La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano, constituyendo aproximadamente el 15% del peso corporal.
Sus funciones son múltiples – entre otras, la termorregulación o la prevención de la pérdida de agua en el cuerpo – pero quizás la que tenga mayor relevancia es la de protección. Nuestra piel actúa como una barrera frente a las agresiones externas (tanto físicas, como químicas o biológicas) separando lo que ocurre el ambiente interno del entorno exterior.
Su estructura presenta tejidos de diversos orígenes (epitelial, conectivo, vascular, muscular y nervioso) y se organiza en tres capas diferentes: la epidermis, la dermis y la hipodermis, o tejido subcutáneo.
La primera es la capa más externa, formada por el mayor número de células epiteliales las cuales tienen una elevada velocidad de recambio. Esto es así porque la epidermis es la capa de la piel que está en continuo contacto con el entorno, y por tanto la que ejerce la principal defensa frente a agentes externos. Por su parte, la dermis es la capa que da soporte y proporciona resistencia y elasticidad a la piel. En último lugar está la hipodermis, la capa más profunda de la piel y la que fija el resto de estructuras. También sirve como almacén de energía y como aislante térmico.
Con la excepción de la epidermis, que es un tejido no vascularizado (es decir que no está irrigado), la piel posee una amplia red de capilares y otros vasos mayores encargados de proveer los nutrientes necesarios para mantenerla en buen estado y con un aspecto óptimo.
Nutrir la piel desde dentro es, por tanto, uno de los parámetros más importantes para lograr ambos objetivos. Sin embargo, no hay uno o varios alimentos concretos que hagan milagros; es la combinación entre ellos, sumado al equilibrio y variedad de la dieta lo que va a conseguir que nuestra piel cumpla con sus funciones y luzca saludable.
Con lo que respecta a hablar de nutrientes específicos, lo cierto es que sí que hay ciertos micronutrientes que sobresalen por su papel destacado en el mantenimiento de la piel. Entre ellos se encuentran algunas vitaminas del grupo B (como la riboflavina o B2, la biotina, o la niacina), las vitaminas A y C, y ciertos minerales como el zinc y el yodo.
Vitaminas:
Biotina, riboflavina, y niacina, son vitaminas que se relacionan con el buen estado de la piel de forma indirecta, pues no es que ejerzan una función específica sobre el tejido epitelial, sino que su participación en otros procesos fisiológicos hace que, en el caso de que exista una deficiencia de alguna de ellas, esta se manifieste en forma de dermatitis, descamación o resecación.
Estas vitaminas del grupo B puedes encontrarlas en distintos alimentos (de los que solo citamos alguno). La biotina, por ejemplo, se encuentra en alimentos como los huevos o las almendras; la ribofalvina en carnes y lácteos; y la niacina en pescados como el atún o la caballa, además de en distintos tipos de carne.
Vitamina C. Conocida como ácido ascórbico, esta vitamina no solo participa en la protección de las células frente al estrés oxidativo.
También está relacionada con la adecuada formación del colágeno, una proteína que proporciona soporte y estructura a distintos tejidos, entre ellos la piel, a la que ayuda a mantener su firmeza y elasticidad. La encuentras en los cítricos, pimientos, o en las fresas.
La vitamina A o retinol es una vitamina liposoluble que se puede obtener de dos formas distintas. Directamente a partir de fuentes animales (por ejemplo, hígado o salmón), o a través de la conversión en retinol que sufren los carotenos obtenidos de fuentes vegetales (frutas y verduras anaranjadas). Puesto que participa en los procesos de crecimiento y diferenciación celular, la vitamina A se considera necesaria para que la renovación continua de las células epiteliales y de colágeno se desarrolle adecuadamente.
Minerales
Zinc. Se encuentra en todos los tejidos corporales, pero en el caso de la piel, su presencia es mayor en la capa más externa. Participa en la división celular por lo que de forma indirecta también participa en la regeneración de los tejidos y en el mantenimiento de una piel sana. Puedes encontrarlo en alimentos marinos como las ostras, o algunas legumbres como las lentejas.
El yodo, por su parte, favorece la correcta producción de hormonas tiroideas, las cuales son imprescindibles para que, en el cuerpo, todo marche adecuadamente, incluyendo todas las funciones y procesos relacionados con la piel. Las algas y pescados son buenas fuentes de este mineral.
Como vemos, la alimentación, además de ser uno de los factores determinantes de nuestra salud, es también uno de los parámetros más importantes en la modulación del buen estado y el aspecto de nuestra tez.
Lo fundamental es llevar una dieta equilibrada y moderada, en la que estén presentes todos los grupos de alimentos en su justa medida, y beber suficientes líquidos. De esa forma se podrán obtener todos los nutrientes necesarios (entre ellos los micronutrientes de los que hemos hablado) para mantener una piel saludable y correctamente hidratada.
Bibliografía:
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– Schagen SK, Zampeli VA, Makrantonaki E, Zouboulis CC. Discovering the link between nutrition and skin aging. Dermatoendocrinol. 2012;4(3):298–307.
– Krutmann, J & Humbert, P. (2011). Nutrition for healthy skin: Strategies for clinical and cosmetic practice.