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Transgénicos: los alimentos más evaluados en toda la historia de la alimentación

Los expertos opinan

Daniel Ramón Vidal

Doctor en Biología. Catedrático de Tecnología de los alimentos en la Universitad de Valencia. Investiga en el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Valencia. Fue Director del IATA, Coordinador del Área de Ciencia y Tecnología de Alimentos del CSIC y Coordinador Institucional del CSIC en la Comunidad Valenciana. Ha obtenido el II Premio Europeo de Divulgación Científica con el libro titulado “Los genes que comemos” y el VII Premio de la Sociedad

Transgénicos: los alimentos más evaluados en toda la historia de la alimentación

Un alimento transgénico es aquel en cuyo diseño se utilizan técnicas de ingeniería genética. Constituyen la vanguardia de la producción de los nuevos alimentos y se augura que, en pocos años y merced a la investigación que en ellos se realice, será posible mejorar las características nutricionales u organolépticas de los productos alimentarios a extremos inimaginables.

A fecha de hoy, en todo el mundo se comercializan casi un centenar de estos alimentos. A modo de ejemplos significativos podemos citar el desarrollo de patatas transgénicas capaces de vacunar contra el cólera, la obtención de un arroz que contiene en sus granos provitamina A, la producción de levaduras que generan vinos con un incremento de aroma afrutado, o la obtención de tomates en los que es posible controlar el transcurso de la maduración. En la Unión Europea tan sólo están permitidos un par de ellos: una soja y un maíz transgénicos que resisten, respectivamente, el tratamiento con un herbicida y el ataque de un insecto. No se consumen directamente, pero a partir de ellos es posible obtener aditivos alimentarios (harina o almidón de maíz, lecitina de soja) que se añaden en la formulación de otros alimentos.

Aunque a muchos consumidores les aterra pensar que se mezcle genética y alimentación, es algo que venimos haciendo desde el comienzo de la agricultura y la ganadería. Para ello hemos aplicado de forma empírica técnicas distintas de la ingeniería genética (mutación, cruce sexual) que son sin duda mucho menos controlables y fiables. Por sólo mencionar un ejemplo baste citar que las variedades de trigo con las que fabricamos el pan y las pasta alimenticias nos parecen muy naturales, pero son auténticos monstruos genéticos que portan seis copias de cada uno de sus cromosomas, cuando las especies ancestrales de las que provienen sólo tenían dos. Los alimentos transgénicos no son por lo tanto algo “extremadamente novedoso” en alimentación por “tener genética”, pero si lo son por la intensa evaluación sanitaria y medioambiental que han sufrido antes de poder obtener el permiso de comercialización. De hecho, su evaluación constituye un auténtico paradigma de como habría que trabajar en el futuro en estas temáticas. Son los alimentos más evaluados en toda la historia de la alimentación. El fruto de todos estos trabajos es claro: no existe un sólo dato científico que indique que los alimentos transgénicos comercializados hasta la fecha sean más o menos peligrosos para la salud que los convencionales correspondientes. Frente a esta realidad, algunos de los grupos que se oponen a su comercialización aseguran sin datos concretos que su producción constituye un peligro de consecuencias impredecibles. Sin duda, buena parte de este debate ha quedado neutralizado tras la reciente aparición de un informe de la Organización Mundial de la Salud acerca de la seguridad de los alimentos transgénicos (http://www.who.int/fsf/GMfood/).

Durante los últimos años, la polémica en torno a la comercialización de los alimentos transgénicos se ha incrementado, sobre todo en Europa, de forma que en la actualidad al debate técnico respecto a su producción y evaluación se ha sumado un debate ideológico donde se aúnan cuestiones éticas, jurídicas y económicas. En el fondo de todo ello radica un desconocimiento profundo sobre como se diseñan y como se evalúan estos nuevos productos de la biotecnología de los alimentos. Esta situación ha conducido en la Unión Europea a una moratoria de facto relativa a la comercialización de alimentos transgénicos y también al desarrollo de una serie de reglamentos sobre el etiquetado de estos productos que, en mi opinión, lejos de informar al consumidor y solventar problemas, confunde y complica todavía más la cuestión.

La situación no es fácil y sin duda influye sobre el futuro del sector agroalimentario europeo. La adopción de posturas menos apasionadas y con menor contenido ideológico basadas en un debate sereno y pluridisciplinar, la formación de nuestra juventud en las luces y sombras de la biotecnología y, sobre todo, la información real al consumidor de que son, como se han diseñado y como se han evaluado estos alimentos, son a mi entender la única alternativa posible para el futuro. A ello sin duda habrá que añadir una panoplia de alimentos transgénicos que realmente oferten algo atractivo al consumidor europeo (mejoras nutricionales u organolépticas) y un etiquetado claro, sin tapujos ni porcentajes. En esas condiciones no dudo sobre el enorme futuro de este tipo de alimentos.