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Avances en el conocimiento de las bases genéticas de la obesidad

Los expertos opinan

Dolores Corella

Dolores Corella, es Profesora Titular del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Ciencias de la Alimentación, Toxicología y Medicina Legal en la Universidad de Valencia, Directora de la Unidad de Investigación de Epidemiología Genética y Molecular y jefe de grupo en el CIBER de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición. Ha participado en más de 100 publicaciones internacionales centradas en la nutrigenómica de las enfermedades cardiovasculares y de la obesidad.

Avances en el conocimiento de las bases genéticas de la obesidad

Tras muchos años en que la obesidad era fundamentalmente considerada un problema estético y no despertaba un gran interés biomédico, en la actualidad, se asiste a una creciente preocupación científico-político-social por la misma, ya que cada día es más evidente que la obesidad es un importante factor de riesgo de diabetes, hipertensión, infarto, e incluso cáncer. El alarmante aumento de la prevalencia de obesidad en el mundo, unido al elevado coste sanitario que representa, ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a considerarla, no sólo la Epidemia del Siglo XXI, sino a promover estrategias internacionales para frenar su avance.

Sin embargo, estas estrategias de lucha contra la obesidad que se están llevando a cabo a nivel institucional, todavía no han incorporado los conocimientos más recientes sobre su etiología. Estas estrategias están centrando sus esfuerzos en la modificación de los hábitos alimentarios y en promover un aumento de la actividad física. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la obesidad, como trastorno resultante de una desproporción entre la ingestión calórica y el requerimiento energético, es una enfermedad muy compleja, a la que contribuyen tanto factores ambientales, entre los que se encontrarían fundamentalmente la dieta y la actividad física, como los factores genéticos, todavía no bien conocidos  y que es necesario tener en cuenta para conseguir una mejor prevención y tratamiento de la obesidad. Este conocimiento genético permitirá realizar una mejor clasificación de los distintos tipos de obesidad y caracterizar de una manera más individualizada los patrones dietéticos que contribuyen a la misma, logrando una mayor eficacia en las intervenciones.

La investigación de la genética de la obesidad no es tarea fácil ya que salvo en algunos casos minoritarios de obesidad monogénica u oligogénica síndrómica, en la mayoría de las situaciones, la obesidad parece poseer un carácter poligénico con múltiples genes implicados, con interacciones entre ellos y con el ambiente. Tampoco de manera global se ha podido cuantificar la contribución genética y ambiental a la obesidad. Así, existen trabajos que valoran la contribución genética en un 70%; mientras que para otros autores, la contribución genética tan sólo representaría un 30%.
Tampoco conocemos bien los factores que hacen que no todas las personas sean obesas en la sociedad actual altamente sedentaria y con una dieta opulenta ¿Si la prevalencia de obesidad en España es aproximadamente un 17%, qué características poseen esas 17 personas de cada 100 que les hace ser obesos? ¿Son personas más sedentarias? ¿Consumen una gran cantidad de alimentos? ¿Poseen algunas variaciones en su ADN que hacen que metabólicamente sean más ahorradoras de energía? Todas estas preguntas todavía no tienen una respuesta certera.

Desde el punto de vista genético-adaptativo, hay que tener en cuenta que el genoma humano es el resultado de millones de años de evolución biológica, aceptándose que la etapa preagrícola fue fundamental en su configuración actual. Mediante la selección natural, los alelos (cada una de las formas variantes de un gen en una posición determinada) que se retienen en el acervo genético, son aquellos que permiten un aumento de la supervivencia y favorecen el desarrollo y la maduración del individuo hasta la edad reproductora. Así, básicamente los humanos poseen la dotación genética que le permite una gran eficiencia en la acumulación de grasa en los periodos de bonanza alimenticia: gran facilidad para engordar. Esta condición permitió originalmente sobrevivir en las condiciones de vida en las que evolucionó nuestra especie: la escasez crónica de alimentos y el enorme esfuerzo físico necesario para conseguirlos. El desarrollo de la agricultura transformó los patrones de alimentación de nuestros antecesores con lo que la presión selectiva por determinadas variantes genéticas se relajó y pudo existir una mayor diversidad de alelos con distinta velocidad de cambio según las condiciones de cada región, y, contribuyendo a la gran diversidad de prevalencias de las variantes genéticas en las distintas poblaciones con la que nos encontramos actualmente. Inspirado en estos antecentes, el genetista James Neel de la Universidad de Minesota en Mineapolis, Estados Unidos,  en 1962 acuñó el término de “genotipo ahorrador” para explicar el porqué en ciertos grupos étnicos como en los nativos de las islas de Polinesia o los indios Americanos presentaban un aumento exagerado de obesidad y diabetes en la época actual. En estas personas cuando, debido a los cambios en la disponibilidad de alimentos, se encuentran en condiciones de abundancia de comida, su genotipo ahorrador (que permitía la supervivencia en condiciones de escasez de alimentos), se torna nocivo y se convierte en promotor de obesidad, diabetes y enfermedad cardiovascular. Esto explicaría cómo la misma cantidad de alimentos consumidos puede resultar letal para algunas personas (con genotipo ahorrador) y no suponer un mayor problema para otras personas con distinto genotipo.

En la actualidad se han identificado varios de estos genotipos ahorradores, que otorgan una mayor facilidad para engordar para aquellas personas que poseen su variantes genéticas, entre ellos el genotipo de la APOE, APOA5, PPARs, PLIN, UCPs, etc. Además de ellos, en la actualidad se han identificado más de 250 genes cuyas variantes genéticas se han asociado a un mayor o menor riesgo de obesidad en estudios en humanos. Otra importante línea de investigación que nos aporta las primeras evidencias en la genética de la obesidad son los estudios en animales de experimentación. Fundamentalmente en ratones, se han podido realizar modelos genéticos de obesidad por represión o sobre-expresión de genes, revelando la gran importancia del componente genético. Recordemos en este sentido los primeros modelos de ratones obesos por manipulaciones en el gen de la leptina y en el gen del receptor de la leptina. Además, estos modelos permiten conocer la influencia de la dieta en la etiología de dicha obesidad genética, permitiendo avanzar en los conocimientos nutrigenómicos aplicados en humanos. Cada mes se publican varios de estos trabajos, permitiendo en poco tiempo disponer de un importante conocimiento hasta ahora no disponible. Así por ejemplo, durante el mes de diciembre de 2007, el equipo del Dr. J Ntambi en la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos) ha publicado en la revista Cell Metabolism que un gen hepático, denominado SCD-1, e implicado en la síntesis de ácidos  grasos, podría ser el responsable de que las dietas altas en carbohidratos engorden. Descubrieron que en animales alimentados con una dieta rica en almidón y azúcares, los que carecían de SCD-1, los carbohidratos extra se descomponían en lugar de ser convertidos en grasa y almacenados, mientras que los que si que tenían el gen SCD-1 engordaban con la misma dieta.

Estos resultados, junto con otros muchos estudios que se están realizando investigando qué dietas son más eficaces para perder peso en función del genotipo, permitirán poseer un mayor conocimiento para avanzar en la prevención y tratamiento de la obesidad.