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Los principales efectos fisiológicos de la fibra soluble

Los expertos opinan

María Ángeles Martín Cabrejas

Doctora en Ciencias Químicas por la Universidad Autónoma de Madrid. Actualmente es Profesora Titular de Química Agrícola en la citada Universidad, impartiendo docencia en la Licenciatura de Ciencia y Tecnología de Alimentos y en la Diplomatura de Nutrición Humana y Dietética. Especializada en el área de Química Agroalimentaria, ha realizado estancias post-doctorales en institutos de investigación de Karlsruhe (Alemania), Norwich (Inglaterra) y Aberdeen (Escocia).

Los principales efectos fisiológicos de la fibra soluble

La Fibra Alimentaria ha ido adquiriendo importancia de forma progresiva, como consecuencia de haber llegado a establecerse una estrecha relación entre su carencia en las dietas alimenticias y el desarrollo de ciertas enfermedades y trastornos fisiológicos característicos de los países industrializados. Tradicionalmente la fibra alimentaria ha sido considerada como un componente secundario y de escasa relevancia de los alimentos, debido a su escaso valor nutritivo, su aporte calórico prácticamente nulo y a unos hábitos alimenticios propios de los países desarrollados, como son las dietas basadas en alimentos muy refinados y de bajo contenido en fibra. Sin embargo, se ha producido un cambio total de actitud, que incluso afecta a las pautas de alimentación de la sociedad actual como consecuencia de las propiedades beneficiosas que presenta la fibra para el organismo humano.

La fibra no es una única sustancia, sino un concepto que actualmente se define como aquel material vegetal resistente a la digestión por los enzimas del tracto gastrointestinal humano y que está constituido principalmente por carbohidratos complejos (celulosa, hemicelulosas, sustancias pécticas, gomas, mucílagos, …) y lignina. Sin embargo, podemos también definir la fibra alimentaria en función de los métodos analíticos empleados para determinar su contenido en los alimentos. La gran variedad de métodos dio lugar, durante décadas pasadas, a resultados dispares. Actualmente, existe un gran consenso en la metodología lo que permite la exacta cuantificación de las fracciones de fibra en función de su solubilidad en medios acuosos: fibra insoluble, constituida por polisacáridos estructurales (celulosa y hemicelulosas) más lignina y muy abundante en los cereales completos y otra, fibra soluble, formada por sustancias pécticas, gomas, mucílagos,… que es característica de las frutas, hortalizas y legumbres. Cada una de estas fracciones presenta propiedades físico-químicas diferentes que definen los efectos fisiológicos de las mismas. Por lo tanto, la fibra, dependiendo de su origen, presenta estructuras, composición y propiedades muy diferentes y, en consecuencia, efectos fisiológicos distintos.

A continuación, nos vamos a centrar en los principales efectos fisiológicos que produce la ingesta de fibra soluble en nuestro organismo, en concreto en el tracto gastrointestinal. Una de las propiedades más importantes de esta fracción de fibra es la capacidad de retención de agua que se traduce en la formación de geles y soluciones viscosas. Los polisacáridos que constituyen la fibra soluble forman una matriz geliforme que atrapa los nutrientes y por tanto, retrasa el vaciamiento gástrico. Este hecho da lugar a que se produzca una menor respuesta glucémica al aporte de glucosa y retarda la absorción de otros nutrientes. Por lo tanto, los componentes de la fibra soluble (pectinas, gomas y mucílagos) provocan una mayor lentitud en la absorción de glucosa y una menor secreción de insulina postpandrial, mientras que los componentes de fibra insoluble no logran tal efecto. Así, las legumbres, alimento con destacado contenido en fibra soluble, presentan un bajo índice glucémico, por lo que pueden ser utilizadas en la elaboración de dietas para individuos con diabetes mellitus.

Por otra parte, los alimentos ricos en componentes hidrosolubles de fibra (principalmente frutas y leguminosas) también poseen la capacidad de adsorción de ácidos biliares, lo que origina un efecto hipolipomiante y por tanto, la consiguiente reducción de colesterol. Sin embargo, los componentes de fibra insoluble no ejercen dicha capacidad. Por lo tanto, las fibras solubles aumentan la eliminación de ácidos biliares por su efecto sobre la viscosidad impidiendo la absorción de éstos en el intestino delgado. Se puede afirmar que la ingestión diaria de una adecuada cantidad de este tipo de fibra puede reducir el colesterol entre un 10-20%.

En cuanto a los polisacáridos de la fibra alimentaria como el resto de nutrientes, al llegar al intestino grueso sufren una degradación selectiva por las enzimas bacterianas presentes en él. Los componentes más fermentables son los más solubles, como pectinas y gomas y los menos fermentables, los polisacáridos de la fibra insoluble. Esta fermentación anaerobia da lugar a la producción de energía, gases (H2, CO2, CH4) y ácidos grasos de cadena corta (butirato, propionato y acetato). Estos ácidos son metabolizados por las células del colon, con la consiguiente producción de energía. Por tanto, la fibra soluble es un importante precursor de los sustratos para la estructura y función de la mucosa del colon. Este hecho queda confirmado con estudios epidemiológicos que demuestran que la ingestión de fibra alimentaria está inversamente relacionada con la aparición de cáncer colorectal, siendo más acusada para la fracción de fibra soluble.

Una de las propiedades más controvertidas de la fibra es que ésta pueda actuar como una resina de intercambio catiónico, influyendo en la absorción de algún elemento, afectando así al balance de diversos cationes en el organismo. Esta disminución de la disponibilidad de algunos minerales esenciales (calcio, hierro y zinc) es debida a la presencia de grupos ácido en los polisacáridos. No obstante, queda mucho por investigar sobre el mecanismo de acción de la fibra sobre la absorción de ciertos cationes.

Actualmente la importancia de la alimentación en relación a la salud es indiscutible. La preocupación por nuestro bienestar intestinal se ve reflejada en la creciente demanda en el consumo de alimentos ricos o enriquecidos en fibra tanto soluble y/o insoluble, que sean aptos para el consumo humano. Hoy en día, estos productos presentan unas características organolépticas (textura y sabor) más agradables por lo que es muy fácil alcanzar los niveles adecuados de este componente (30 g/ día) en nuestra dieta. En conclusión, se considera que los efectos de la fibra sobre determinadas enfermedades (estreñimiento, diarrea, inflamación intestinal, síndrome de intestino corto, …) no sólo dependerán de la cantidad de fibra ingerida y el tipo de dieta a la cual se incorpora sino, quizás lo más importante, del tipo de fibra que se ingiera.