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La obsesión por adelgazar: bulimia y anorexia

Los expertos opinan

Santiago Martínez-Fornés

Especialista en medicina interna, endocrinología y nutrición. Colaborador destacado del profesor Gregorio Marańón, es miembro de numerosos organismos e instituciones relacionados con la práctica médica, así como autor de numerosos libros traducidos a varios idiomas y asiduo colaborador de programas de radio y televisión. En la actualidad, es también vicepresidente de la Asociación Espańola de Médicos Escritores.

La obsesión por adelgazar: bulimia y anorexia

Vivimos en la época de la imagen corporal. Sabemos la importancia que tiene en la vida política y en otras situaciones de la vida social, donde el miedo al rechazo es vivido como algo terrible. La imagen externa es como la tarjeta de visita de la personalidad. Por ello, esta enfermedad no se entiende sin una moda que ha ido ganando fuerza en los últimos años: la moda por estar delgada.

Cada vez se emplean menos argumentos de salud y una mayor presión estética para mejorar la silueta, línea, figura, tipo, atractivo y rebajar así muslos y caderas. La presión publicitaria y social por una figura femenina cada vez más delgada resulta irresistible para no pocas muchachas especialmente vulnerables. No obstante, la publicidad es alienante: los mismos medios de difusión que rinden culto a la delgadez extrema anuncian igualmente bombones, chocolates, galletas, tartas, licores, etc.; anuncios no menos sugerentes que los otros para permanecer delgada.

La anorexia nerviosa es una enfermedad relativamente reciente de la que no empezó a hablarse, aunque tímidamente, hasta la segunda mitad del siglo XIX. La enfermedad consiste en rechazar de forma tajante alimentarse, para mantener una figura delgada, por el miedo a engordar o a convertirse en una persona gruesa. Esto conduce gradualmente a un trastorno de la percepción del propio cuerpo y a un estado de desnutrición que puede llegar a ser alarmante, incluso llegando a suponer un riesgo para la vida.

En la mayoría de los casos, la anorexia se asocia a la bulimia: episodios intermitentes en los que se pierde el control y se come con voracidad. Muchas veces esto se produce tras un momento malo psicológico, una frustración, ansiedad o, simplemente en adolescentes inestables desde el punto de vista emocional, por cambios bruscos en el estado de ánimo.

La anorexia-bulimia es una enfermedad que se da principalmente en adolescentes, un 95% chicas. En los varones, representa un 5 ó 10%. No obstante, la adolescencia es la etapa de la metamorfosis somática y de la rebeldía espiritual. El perfil psicológico del paciente parece claro y preciso: obsesión por la delgadez o por tener una figura esbelta, miedo a la no aceptación de sus compañeras, inestabilidad emocional, visión negativa de todo lo referente a la sexualidad, cierto rechazo al rol femenino, siguen la ley del ‘todo o nada’ en alimentación, inseguridad, bajo nivel de autoestima y fuertes conflictos en la relación familiar especialmente con la figura de la madre.

El porvenir de la enfermedad depende del diseño bio-psico-socioterápico que se haga con el fin de iniciar un tratamiento correcto y adaptado a cada caso. Cada enfermo es completamente distinto a los demás y por tanto, el tratamiento tiene que ser individual, sin olvidarse desde los factores socioculturales y familiares hasta los trastornos profundos de la personalidad.

Somos lo que comemos, lo que soñamos y lo que amamos. Aprender a comer bien es un buen negocio para toda la vida, especialmente para la segunda mitad. La palabra engordar debe estar proscrita en el mundo de la anorexia. Es imprescindible por ello, entender la diferencia esencial entre aumento de peso y engordar. Sólo se engorda cuando se aumenta de peso por encima del ideal que marcan las tablas.

Es importante que el enfermo recupere la libertad y salga de la monotonía alimentaría y de vida a la que estaba sometido, para poder comer algo más, comer de todo y sobre todo, complacerse a sí mismo y a los demás. Es imprescindible que coma, pues, con la familia en los horarios habituales y que haga cuatro pequeñas comidas al día, sin descuidar el desayuno. Los españoles tenemos una excelente alimentación aunque mal distribuida a lo largo del día. El desayuno debe ser una de las comidas más abundantes y nutritivas, como ocurre fuera de nuestras fronteras.

Muchos pacientes prefieren que se les haga un plan de alimentación donde figuren los alimentos que deben tomar y la cantidad de los mismos en cada comida, con lo que se disminuyen los sentimientos de culpabilidad y angustia que sufren cuando son ellos los que tienen que elegir. La ayuda farmacológica y psicoterápica es también fundamental para superar la angustia, depresión, fobias y obsesiones en relación con la ingesta.

Con todo ello se intenta convencer al paciente que no se pretende hacer de é/élla un glotón/a, sino un/a gourmet, es decir, una persona refinada y delicada que disfruta más probando una buena comida que devorándola. Recordar que comer es el arte de complacer y complacerse.