Grasas de la dieta y cáncer de mama: ¿riesgo o protección?
Los expertos opinan
Eduard Escrich Escriche
Profesor de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Gobierno de dicha Universidad. Director del Grupo Multidisciplinario para el Estudio del Cáncer de Mama y Vicepresidente primero de la Sociedad Espańola de Senología y Patología Mamaria. Premio Internacional de la Fundación Santiago Dexeus Font por su trayectoria profesional en el ámbito de la investigación en Cáncer de Mama. Su tema de investigación versa sobre los efectos de los lípidos de la dieta en el cáncer de mama y los mecanismos moleculares de acción implicados.
Grasas de la dieta y cáncer de mama: ¿riesgo o protección?
El cáncer de mama es el más frecuente entre las mujeres de todo el mundo. Los estudios epidemiológicos muestran importantes variaciones geográficas en la incidencia de esta neoplasia. Así, las mayores tasas de incidencia se encuentran en los países desarrollados del Norte de Europa y de América y Australia, y las menores se han registrado en África y Asia. Es de destacar que los países del área mediterránea del Sur de Europa presentan valores intermedios. Todo ello sugiere que además de los factores genéticos y hormonales implicados en el desarrollo del cáncer de mama también deben existir otros factores de tipo ambiental. Diversos factores, como residuos industriales, organismos biológicos o ciertas costumbres dietéticas, de estilo de vida y/o tóxicas (tabaco, alcohol, etc.), se han descrito como iniciadores (carcinógenos) y/o promotores (estimuladores) de la carcinogénesis. De todos ellos, los nutricionales se consideran de gran trascendencia debido a la continua exposición a la que puede estar sometida la población a lo largo de su vida debido a sus hábitos alimentarios. Así, se ha observado una estrecha correlación entre el tipo de dieta y los cánceres de mama, colorrectal, endometrial y de próstata.
Numerosos estudios experimentales y epidemiológicos han puesto de manifiesto la relación existente entre las grasas o lípidos de la dieta y el cáncer de mama. A pesar de que algunos estudios epidemiológicos caso-control y prospectivos de cohortes son controvertidos, probablemente debido a cuestiones metodológicas, los estudios ecológicos internacionales en general han encontrado una asociación positiva entre el consumo de grasa per cápita y las tasas de mortalidad por cáncer de mama. De la misma manera, los estudios de migración de poblaciones muestran que las poblaciones que migran entre áreas con distintas incidencias de cáncer de mama tras 1 o 2 generaciones adquieren las tasas de mortalidad propias del país de destino.
La relación entre lípidos de la dieta y cáncer de mama ha sido claramente establecida experimentalmente. El tipo y la cantidad de grasa ingerida parecen ser los principales determinantes de dicha relación, así como del hecho de que esté presente en ciertas fases críticas de la carcinogénesis. En general, las dietas hiperlipídicas son fundamentalmente promotoras del cáncer de mama, aunque dietas con una misma cantidad de energía y contenido graso total difieren en su capacidad estimuladora según su composición en ácidos grasos. Además, parece existir un requerimiento mínimo de ácidos grasos poliinsaturados a partir del cual el efecto de la grasa dependería de la cantidad total de lípidos de la dieta. Concretamente, se ha demostrado que por encima del 4-5% de ácidos grasos poliinsaturados, respecto al total de calorías, el rendimiento de la carcinogénesis inducida químicamente mediante dimetilbenz-(α)antraceno (DMBA) se incrementa proporcionalmente a la cantidad de grasa total de la dieta, independientemente que ésta sea de origen animal o vegetal.
En general, los ácidos grasos poliinsaturados de la serie n-6 u omega-6, fundamentalmente el ácido linoleico (18:2n-6), presentes en aceites vegetales como los aceites de maíz y girasol, son los promotores más efectivos de la carcinogénesis. Sin embargo, el ácido γ-linolénico (GLA) (18:3n-6) supone una excepción dentro de dicha serie, ya que posee propiedades antiproliferativas. Este ácido graso se encuentra fundamentalmente en el aceite de prímula. Además, el ácido linoleico conjugado (CLA), término en el que se engloban diversos isómeros geométricos y posicionales del ácido linoleico, también podría tener un efecto inhibidor del cáncer de mama. El CLA se halla en la carne y en los productos lácteos derivados de rumiantes, ya que este ácido graso es sintetizado de manera natural por los microorganismos del rumen de estos animales (Butyvibrio fibrisolvens). En la dieta, la acción inhibidora parece producirse a niveles del 1%, independientemente del tipo o cantidad de otras grasas administradas. El CLA, además, ha mostrado propiedades antidiabetógenas y antioxidantes. Por otro lado, los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga de la serie n-3 u omega-3, el ácido eicopentaenoico (20:5n-3) y el ácido docosahexaenoico (22:6n-3), presentes en el pescado azul (como la sardina, la caballa, el salmón, etc.) y sintetizados también a partir del ácido α-linolénico (18:3n-3), presente en algunos aceites vegetales como el de canola, soja o lino, serían inhibidores del crecimiento tumoral mamario. En cuanto a las grasas saturadas, de procedencia animal, también son promotoras, pero menos potentes que las poliinsaturadas de origen vegetal. Además, se ha descrito que podrían actuar como co-carcinógenos durante la iniciación, es decir, facilitando la acción de los agentes carcinógenos de la glándula mamaria. Por otra parte, los isómeros trans de los ácidos grasos insaturados, presentes en margarinas y productos de pastelería y panadería, parecen comportarse como los saturados. Finalmente, los ácidos grasos monoinsaturados, fundamentalmente el ácido oleico (18:1n-9), principal componente del aceite de oliva, parecen ser también protectores aunque los resultados son controvertidos. En cualquier caso, dicho aceite contiene gran cantidad de antioxidantes que ejercerían un papel protector.
Los resultados de los trabajos con aceite de oliva son de gran interés. Por un lado, diversos estudios epidemiológicos han mostrado que las tasas de incidencia de cáncer de mama en los países europeos de la zona mediterránea, donde el consumo de aceite de oliva es elevado, son inferiores a las de la mayoría de los países del norte de Europa y América. Por otro lado, los estudios experimentales han proporcionado resultados inconsistentes, habiéndose observado desde una ausencia de efecto promotor, a un débil efecto promotor o un efecto protector del cáncer de mama. Por lo tanto, la relación entre consumo de aceite de oliva y cáncer de mama constituye un tema controvertido que podría tener importantes repercusiones en la salud humana, especialmente entre la población femenina de nuestro entorno.
El Grupo Multidisciplinario para el Estudio del Cáncer de Mama de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por el Doctor Eduard Escrich, viene trabajando sobre el tema de los lípidos de la dieta y el cáncer de mama desde el año 1985. Los resultados de sus investigaciones han contribuido de forma importante al conocimiento que se tiene actualmente sobre los efectos de dichos nutrientes en esta neoplasia. Así, han demostrado que in vivo las dietas ricas en grasas poliinsaturadas n-6 son capaces de acelerar el curso clínico de esta enfermedad a la vez que confieren a los adenocarcinomas mamarios características morfológicas de elevada malignidad. En cambio, las dietas ricas en aceite de oliva virgen ejercen un efecto modulador negativo confiriendo a los tumores un comportamiento clínico y unas características histopatológicas de mayor benignidad. Además del ácido oleico, otros componentes minoritarios, como los antioxidantes escualeno y fenoles, ß-sitosterol y flavonoides, contribuirían a este efecto beneficioso de las dietas ricas en aceite de oliva virgen.
Los mecanismos por los cuales los lípidos de la dieta pueden actuar sobre el desarrollo del cáncer de mama no han sido totalmente dilucidados. Además de un efecto inespecífico debido al aporte calórico, a partir de los datos experimentales la influencia de los lípidos se podría establecer específicamente a varios niveles: influencia sobre los niveles hormonales, modificaciones de la membrana celular, alteración de la transducción de señales mitogénicas, modulación de la expresión génica, efecto inmunosupresor.
Los trabajos de dicho equipo de investigación de la Universidad Autónoma de Barcelona han demostrado que probablemente, in vivo, los lípidos actúen a varios niveles de una forma integrada, simultánea y/o secuencial. Así, constataron que el efecto de dichos nutrientes en el cáncer de mama no sería debido a modificaciones ni en los niveles plasmáticos de las principales hormonas reguladoras del desarrollo mamario ni en el contenido tumoral de receptores esteroideos. Por el contrario, el análisis de la composición en ácidos grasos de los tumores mamarios mostró que en las distintas fracciones lipídicas se esterifican ácidos grasos diferentes y en cantidades distintas (fundamentalmente el 18:2n-6 -mayor contenido- y el 18:1n-9 -menor contenido-), y que ejercen funciones distintas (fuente de energía, funcional o estructural), sugiriendo que los efectos de los lípidos de la dieta podían realizarse, al menos en parte, modificando la composición lipídica de los tumores mamarios y, en consecuencia, alterando el grado de insaturación y la fluidez de membrana, la señalización celular así como el suministro de substratos energéticos. El equipo investigador también ha estudiado el posible papel de los lípidos de la dieta en la regulación de la función de genes implicados en proliferación y diferenciación celular. Así, han demostrado que los efectos diferenciales de los distintos tipos de lípidos se asocian con cambios específicos en los niveles de expresión y/o actividad de determinados oncogenes y otros genes implicados en rutas intracelulares que median las señales de crecimiento celular, muerte celular programada o angiogénesis, como por ejemplo EGFR, neu, ras, MAPK, etc. De forma significativa, recientemente, han identificado, mediante la moderna tecnología de los cDNA microarrays, 4 nuevos genes que relacionan los lípidos de la dieta y el cáncer de mama, 3 de ellos relacionados con el estado de diferenciación celular (globulina α-2u, VDUP1 i H19) y una secuencia expresada de función todavía desconocida (llamada EST Rn.32385). La expresión de estos genes se halla asociada con el fenotipo de los tumores mamarios, tanto con su grado de malignidad morfológica como con la agresividad de su crecimiento.
En general, las investigaciones del Grupo Multidisciplinario para el Estudio del Cáncer de Mama pretenden determinar la posible actividad de componentes habituales de la alimentación humana, más allá de su valor nutricional, que permitan formular opiniones científicas en relación con la salud de la población o el riesgo de enfermedad. Por tanto, se enmarcan en el campo de la prevención secundaria, e incluso primaria, del cáncer de mama.