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Estilo de vida cardiosaludable: la Alimentación

Los expertos opinan

Rosa Solá Alberich

Catedrática en medicina en la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de Reus, es también Jefe Clínico de Medicina Interna en el Hospital Universitari Sant Joan de la Universidad Rovira i Virgili. Asimismo, es Doctora en Nutrición por la Universidad de París, que actualmente centra su labor investigadora en las siguientes líneas de investigación: Alimentos funcionales, nutrigenétiga, dislipemia y riesgo cardiovascular; Estudios de Intervención nutricional, lípidos, presión arterial y riesgo cardiovascular.

Estilo de vida cardiosaludable: la Alimentación

Actualmente, y en el mundo occidental, la preocupación por el mantenimiento de la salud abarca el sentido amplio de estilo de vida. El seguimiento de un estilo de vida saludable se centra en abandonar el tabaco, seguir una dieta adecuada y aumentar la actividad física.
 
La interrupción del hábito de fumar es la medida más importante para prevenir las enfermedades cardiovasculares, aunque conseguirlo, sobre todo cuando hablamos de prevención primaria, es decir la que va dirigida a las persones que no padecen afecciones de este tipo, es difícil. Para incrementar la actividad física se deben recomendar actividades compatibles con los quehaceres diarios, con un tiempo mínimo de entre 30 y 45 minutos al día, durante 4 ó 5 veces por semana, al 60-75% de la frecuencia cardiaca máxima. Ejemplos comunes serían caminar con paso rápido, subir escaleras en lugar de tomar el ascensor, bailar, montar en bicicleta o nadar.
 
En el contexto de la prevención de las enfermedades cardiovasculares, se ha de fomentar una dieta sana y equilibrada que reduzca el riesgo de contraerlas a través de diversos mecanismos: la disminución del peso, el descenso de la presión arterial, el control glucémico, la mejora del perfil lipídico y la menor predisposición a la trombosis. El objetivo global sería conseguir un diseño de dieta que redujera el riesgo de sufrir la mayoría de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación, y que propiciara la incorporación de alimentos concretos para facilitar el consejo a los pacientes. Queda un amplio camino por recorrer.

La alimentación será variada e incluirá todos los grupos de alimentos, manteniendo un contenido calórico adecuado al peso ideal. Con este enfoque, las recomendaciones alimentarias se sintetizan en la tabla 1, y  se basan en: 

  1. La dieta será variada, equilibrada, y con adecuación de la energía para conseguir el peso ideal. Se impulsará el consumo de productos vegetales frescos (legumbres, cereales integrales, frutas, verduras y hortalizas), pescado, aceite de oliva y frutos secos.
  2. Los hidratos de carbono complejos serán la principal fuente de calorías, aportando el 55% de la energía que se consuma diariamente. Los cereales, en especial los integrales, son los más importantes.
  3. La ingesta de productos vegetales tiene un efecto positivo en la reducción del riesgo cardiovascular, a través del aporte de fibra, ácido fólico y diversas substancias antioxidantes. La cantidad recomendada de fibra será superior a los 25 g diarios, con un predominio del tipo soluble.
    La cantidad recomendada de ácido fólico orientada a la reducción del riesgo cardiovascular es de 400 µg/día. Las principales fuentes de ácido fólico son las verduras, legumbres, frutos secos y las frutas. Los esteroles de las plantas o sus derivados saturados, los estanoles, poseen un efecto hipocolesterolemiante bien documentado. Una dosis de 2 g de ésteres de esterol o estanol al día produce una disminución de un 10-15% del colesterol de las lipoproteínas de baja densidad (LDL). Los esteroles vegetales se consideran un instrumento para optimizar las medidas dietéticas para alcanzar los objetivos terapeúticos de colesterol de las LDL, según el criterio del comité de expertos americanos sobre el colesterol. En Europa no se han definido criterios específicos sobre los esteroles vegetales.
  4. En la disminución del riesgo cardiovascular es más relevante el tipo de grasa consumida que la cantidad total, cuyo límite superior podría situarse entre el 30 y el 35% de la energía total, siempre que exista un predominio de los ácidos grasos monoinsaturados. En nuestro medio, la fuente principal de este tipo de grasa es el aceite de oliva. Recientemente, la Food and Drug Administration Americana ha apoyado, por primera vez, los efectos del aceite de oliva: la ingesta de 23 g diarios puede reducir el riesgo de enfermedad coronaria. Para conseguir este beneficio, el aceite de oliva ha de reemplazar una cantidad similar de grasa saturada y no ha de incrementar el total de energía consumida diariamente. 
    La ingesta de la grasa saturada ha de ser menor del 7% de la energía total, y el consumo de grasas de tipo trans se ha de eliminar o bien reducir a menos del 2% de la energía aportada. La ingesta de colesterol será inferior a 300 mg al día.
    Es necesario garantizar el aporte de ácidos grasos esenciales, en particular el tipo omega 3 (n-3; ambas nomenclaturas son sinónimas), presentes en el pescado. Dentro de este tipo, la cantidad aconsejada es de 2 g de ácido α-linolénico y 200 mg diarios de los ácidos eicosapentaenóico (EPA) y docosahexaenóico (DHA). El consumo recomendado de ácidos grasos poliinsaturados omega-6 es de entre el 4% y el 8% de la energía total.
    La elección de leche y derivados lácteos se hará entre los de bajo contenido en grasa.
  5. La limitación de la ingesta de sal es un elemento primordial en el control de la presión arterial. La cantidad total de sal será inferior a los 6 g al día. Así, aparte de aconsejar moderación al añadir sal para condimentar los alimentos preparados en el hogar, es imprescindible recomendar una dieta basada fundamentalmente en alimentos frescos y con bajo contenido en sodio. Las frutas, verduras, legumbres y frutos secos son las fuentes principales de potasio, magnesio y, a su vez, la mayoría contienen calcio, por lo que tienen un efecto beneficioso sobre las cifras de presión arterial. La cantidad recomendada de fruta, verdura y hortalizas debe superar los 400 g diarios.
  6. El consumo moderado de bebidas alcohólicas (10-30g/d en hombre y 10-20g/d en la mujer) tiene efectos cardioprotectores. No obstante, la cantidad de alcohol debe ser considerada individualmente en cada paciente, valorando las ventajas e inconvenientes que puedan aportarle. En ningún caso el médico promoverá el consumo de bebidas alcohólicas como un instrumento para la reducción del riesgo cardiovascular cuando el paciente sea abstemio.
  7. La promoción del consumo de alimentos ricos en proteínas de origen vegetal, frente a las de origen animal.
Si se consideran todos los puntos enumerados, se puede deducir que el modelo alimentario mediterráneo incluye muchas de las características mencionadas: la abundancia de productos de origen vegetal (frutas, verduras, cereales, patatas, frutos secos, etc.) y la escasez de productos ricos en azúcares refinados. Con un mayor consumo de pescado que de carne, aporte de derivados lácteos desnatados y el aceite de oliva como fuente principal de grasa, acompañados de cantidades moderadas de alcohol, constituye un modelo saludable e ideal para la disminución de las manifestaciones de las enfermedades cardiovasculares. Se debe tener presente que todos los aspectos orientados a seguir un estilo de vida saludable tienen una gran dificultad para llevarse a la práctica. Por ello se incluirán estrategias para mejorar la efectividad del consejo profesional. Idealmente, todos los individuos deberían recibir consejo profesional sobre las mejores opciones alimentarias para adoptar una dieta cardiosaludable. En cualquier caso, los pacientes con hipertensión arterial, hipercolesterolemia u otras dislipemias, diabetes y obesidad recibirán consejo dietético especializado.
 
 
Temas de alimentación y nutrición abiertos al debate
 
A continuación se enumeran algunos aspectos de los factores dietéticos relacionados con las enfermedades cardiovasculares que aún están pendientes de aclarar por completo:
  • Las diferencias interindividuales en la respuesta de los individuos a la dieta son bien patentes. A pesar del conocimiento de las distintas respuestas, los mecanismos que la explican estarían relacionados con la genómica nutricional. Ésta trata de elaborar recomendaciones específicas sobre la mejor composición de la dieta para conseguir el mayor beneficio en cada individuo en función de su dotación genética, y de esta forma, aproximarse a una alimentación personalizada. 
  • La cantidad de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados recomendables en la dieta desde el punto de vista de la protección cardiovascular todavía no está definida.
  • La ingesta de ácido linoleico recomendada no debe exceder el 10% de la energía, ya que se conoce poco sobre su efecto a largo plazo.
  • La proporción más adecuada entre ácidos grasos poliinsaturados omega-3 y omega-6 aún no se conoce. Una alternativa razonable sería incrementar el consumo de omega-3 procedentes de vegetales y pescado sin disminuir el consumo de omega-6.
  • Para evitar el aumento del consumo de ácidos grasos saturados, la mejor fuente de proteínas son los frutos secos, la soja, las legumbres, el pollo y el pescado.
  • La cantidad y el tipo de proteínas de la dieta es un tema controvertido. La sustitución de las de origen animal por soja induce una reducción del colesterol de las LDL, pero se debería profundizar acerca de la calidad de las proteínas.
  • Hay que estudiar los efectos de la sustitución de la proteína animal por carbohidratos sobre los lípidos del plasma.
  • El papel de los fitoquímicos y antioxidantes en la prevención de las enfermedades cardiovasculares es prometedor pero todavía no está claramente definido. El efecto hipocolesterolemiante de los esteroles de las plantas o de sus derivados saturados, los estanoles, ha sido bien descrito. Existen en el mercado varios productos que contienen los esteroles pero aún están pendientes los estudios que demuestren sus efectos a largo plazo.
  • Los efectos de los flavonoides también están en debate. Mientras que algunos estudios demuestran una relación inversa entre la ingesta de flavonoides y el riesgo cardiovascular, otros en cambio no son concluyentes.
  • La relación entre el riesgo cardiovascular y los minerales presentes en los alimentos como el calcio, el magnesio, el zinc o el selenio, es un tema pendiente de resolver.
Tabla 1: Recomendaciones alimentarías y dietéticas europeas adaptadas a la población española sobre el estilo de vida
 
 
Energía 

30-35%, predominio de ácidos grasos monoinsaturados: aceite de oliva. Ajustada al peso adecuado

Ácidos grasos saturados <7%
Ácidos grasos trans Consumo bajo (<2%)
Colesterol  <300 mg/día
Ácidos grasos n-3

2 g/día de ácido alfa-linolénico y 200 mg/día de ácidos grasos de cadena larga (ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico)

Frutas y verduras>400 g /día
Legumbres, cereales integrales, pescado, aceite de oliva, frutos secosFomentar su consumo
Alcohol20-30 g/día de etanol en hombres
10-20 g/día de etanol en mujeres
En hipertensos100 mmol/día (2,4 g de Na ó 6 g de ClNa)