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Dieta mediterránea y salud

Los expertos opinan

Lluís Serra-Majem

Doctor en Medicina y en Nutrición, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública y Director del Departamento de Ciencias Clínicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Presidente de la Fundación para el desarrollo de la dieta Mediterránea y Director del Centro de Investigación en Nutrición Comunitaria del Parque Científico de la UB. Presidente de la SENC y Presidente de la Fundación para la Investigación Nutricional. Miembro del Consejo de Directores de ILSI Europa y de EUFIC.

Dieta mediterránea y salud

La relación de la dieta mediterránea con la salud comenzó con la observación de la posible relación de la dieta con las tasas de mortalidad así cómo la prevalencia de ciertas enfermedades. El estudio más destacado fue el “Seven Countries Study” dirigido por el Dr. Ancel Keys, profesor de la Universidad de Minnesota. Dicho estudio analizó el riesgo cardiovascular en 13.000 hombres en Finlandia, Estados Unidos, Japón, Holanda, Grecia, Italia y Yugoslavia, descubriendo que la dieta, según el tipo de lípido consumido, estaba relacionada con marcada diferencia en las tasas de mortalidad por enfermedad cardiovascular.

Tras este descubrimiento, se fue definiendo la dieta mediterránea, caracterizada por un alto consumo de aceite de oliva, cereales (preferentemente integrales), frutas, verduras, legumbres, frutos secos, derivados lácteos (mayoritariamente queso y yogur), pescado y vino, y un bajo consumo de carne. Este perfil aporta una relación de micro y macronutrientes que no se observa en las dietas de regiones no-mediterráneas. No obstante, también se acompaña por características propias del estilo de vida; un clima agradable, la socialización de las comidas, etc. Este perfil se ha ido asociando con una menor incidencia de enfermedades cardiovasculares, cánceres, diabetes, demencia, sobrepeso/obesidad, etc. y una mayor longevidad.

El aceite de oliva

Una de las características destacadas de la dieta mediterránea es el uso de aceite de oliva como grasa principal de adición. Varios estudios epidemiológicos han observado su actuación como factor preventivo frente el cáncer de mama. De la misma forma, se ha indicado su rol en la prevención de enfermedades cardiovasculares mediante un posible mecanismo antioxidante. Sus beneficios son atribuidos a la proporción adecuada de ácidos grasos que aporta, así cómo el contenido en vitamina E.

Fruta y verdura

Numerosa evidencia indica que el consumo diario de fruta y verdura también disminuye el riesgo de padecer ciertos cánceres y enfermedades cardiovasculares, atribuido a su contenido vitamínico. Estos compuestos actúan sobre el equilibro oxidativo, el cual está relacionado con la etiopatogenia de varias enfermedades. Además, estos alimentos aportan fibra, componente que actúa sobre la evolución de enfermedades como por ejemplo; actúa en la absorción de grasa a nivel intestinal y reduce el tiempo de exposición a ciertos cancerígenos.

Pescado

Tras numerosos estudios, un consumo elevado de pescado se ha atribuido con la disminución del riesgo a padecer enfermedades cardiovasculares. Además de su aporte de proteínas de alto valor biológico, su contenido en ácidos grasos poliinsaturados son capaces de disminuir los niveles sanguíneos de triglicéridos.

Frutos secos

Producto utilizado sobretodo cómo complemento de muchos platos mediterráneos, también se les ha atribuido el rol de cardioprotector. Según varios estudios realizado, los frutos secos son ricos en grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, que disminuyen los valores de colesterol total, mediante su actuación sobre el nivel de LDL.

Derivados lácteos

Otra característica de la dieta mediterránea es el consumo moderado de lácteos, preferentemente en forma de queso y yogur. Estos alimentos, además de beneficiando la flora intestinal por su función probiótica, se han visto asociados con la protección frente al cáncer y enfermedades cardiovasculares debido a su contenido en vitaminas y minerales.

El vino

El rol que desempeña el vino dentro del contexto de la dieta mediterránea surgió a partir de la llamada paradoja francesa. La paradoja francesa es un hecho nutricional observado en un estudio epidemiológico en que se comparó la incidencia de enfermedades cardiovasculares en Francia y Estados Unidos, dos países que siguen una dieta con un alto contenido en grasa saturada. Se vio que la incidencia en Francia era menor que en Estados Unidos y se le atribuyó al consumo de vino. Un consumo moderado de alcohol (principalmente vino) se relaciona con una acción protectora frente a enfermedades cardiovasculares, debido a los compuestos fenólicos que contiene.

Tendencias actuales

En los últimos años, este patrón de alimentación se ha estado imponiendo como herramienta de prevención de varios trastornos metabólicos: el sobrepeso/ obesidad, la diabetes, las hiperlipemias, así cómo enfermedades cardiovasculares. Estas propiedades pueden ser atribuidos a la presencia del aceite de oliva, que nos aporta ácidos grasos monoinsaturados tan beneficiosas para nuestro sistema cardiovascular, al aporte de fibra, vitaminas y minerales contribución de la abundancia de alimentos de origen vegetal. La presencia moderada de alimentos de origen animal actúa en la reducción de la cantidad de grasa saturada, ácidos grasos trans y colesterol consumido.

A pesar de la información disponible sobre los beneficios de la dieta mediterránea y su rol preventivo, la dieta de varios países mediterráneos se ha ido occidentalizando, y en consecuencia, empobreciendo. Se puede deber a los cambios sociodemográficos que han ido modificando los hábitos alimentarios cada vez más lejos del patrón alimentario mediterráneo. De hecho, la FAO ha alertado que la dieta mediterránea se está deteriorando en los países del sur de Europa. La dieta es cada vez más rica en grasas saturadas, colesterol y azúcares simples. En consecuencia, ha ido aumentando los factores de riesgo a padecer enfermedades crónicas cómo por ejemplo la hipertensión, obesidad y dislipemias, e incrementando los casos de enfermedades cardiovasculares, ciertos procesos neoplásicos y la diabetes.