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Cronobiología y obesidad: papel de la nutrigenómica

Los expertos opinan

Marta Garaulet

 

 

Marta Garaulet es Doctora en Farmacia y Profesora Titular de Fisiología y Bases Fisiológicas de la Nutrición en la Universidad de Murcia. Colabora con el Porfesor José María Ordovás como investigadora en la Universidad de Tufts (Boston, EE.UU) en el ámbito de la nutrigenómica en el tratamiento de la obesidad. Es autora de varios libros (“Pierde peso sin perder la cabeza”, “Nińos a comer”, “535 recetas para adelgazar comiendo”, etc.), y colabora en numerosos foros, revistas, etc.

Cronobiología y obesidad: papel de la nutrigenómica

La cronobiología es una ciencia nueva que estudia los cambios biológicos que presenta el individuo a lo largo del tiempo (crono). Lo interesante de esta ciencia es que no sólo estudia las variaciones anuales y las propias de cada estación, si no que analiza los cambios fisiológicos, bioquímicos o nutricionales que se producen incluso a lo largo de las 24 horas de un día. A estos cambios se les llama “ritmos circadianos”.
Un ritmo circadiano que ha sido ampliamente estudiado es el que presentan los corticoides. Estas hormonas, que generalmente ayudan a activarnos y también aumentan el apetito, presentan concentraciones elevadas por la mañana para ayudarnos a enfrentarnos a la actividad matutina. Por la noche, en cambio, los corticoides disminuyen para permitirnos dormir con tranquilidad. Recientemente se ha descrito que ciertas hormonas implicadas en la obesidad y en el control de la ingesta, como la leptina o la ghrelina, sufren modificaciones circadianas.
Todos estos ritmos diarios pueden estar implicados en las señales de hambre y saciedad, en los horarios de comidas y finalmente en el grado de obesidad. Quizás en un tiempo no muy lejano, las recomendaciones dietéticas incluirán no sólo “qué” y “cómo” debemos comer sino “cuándo” tenemos que hacerlo.

El concepto de cronodisrupción y obesidad
Desde el punto de vista cronobiológico, la presencia de la obesidad puede estar asociada a la pérdida de estos ritmos en el individuo. Así aparece el término de cronodisrupción, que se refiere al fallo de estos ritmos, o la pérdida de fase entre el reloj circadiano interno y los ciclos ambientales de luz y oscuridad externos. Esta situación  se ha asociado con la presencia de ciertas patologías, como pudiera ser el cáncer, el envejecimiento, y también la obesidad. En la sociedad actual esta cronodisrupción se produce en numerosas situaciones, como puede ser el “jet-lag”, la contaminación nocturna de luz, el desplazamiento de actividades hacia la noche, incluida la ingesta, o por ejemplo lo que sucede con los trabajadores nocturnos o por turnos. Estudios epidemiológicos recientes muestran que estos trabajadores presentan mayor grado de obesidad, triglicéridos en sangre, bajos valores de HDL, obesidad abdominal, diabetes y riesgo cardiovascular. Además, numerosos trabajos científicos asocian la reducción del número de horas de sueño con la obesidad.

¿Por qué engorda la falta de sueño?
Recientemente Eve van Cauter y Kristen Knutson han explicado en su trabajo titulado “Sueño y la epidemia de obesidad en niños y adultos”, que la falta de sueño puede afectar al balance energético y como resultado influir en la ganancia de peso.  Este hecho sucede mediante tres mecanismos diferentes:
a) por el aumento del apetito;
b) porque se tiene más tiempo para comer y
c) porque la falta de sueño da lugar a una disminución del gasto energético.
El aumento de peso puede resultar en una resistencia a la insulina, condición que promueve una mayor adiposidad.
Y es que dormir pocas horas produce importantes cambios en ciertos péptidos implicados en el control de la ingesta que dan lugar a un aumento de apetito. Concretamente estos cambios se producen en la leptina, que es una hormona que actúa como señal inhibidora de apetito, y en la ghrelina, que hace la acción contraria y es estimulante del hambre.
Otro tipo de sustancias implicadas en que se coma más entre aquellos individuos que duermen menos son las orexinas. Estas sustancias que se encuentran en el cerebro aumentan el apetito y además se relacionan con el estado de vigilia y de alerta. Las orexinas parecen actuar de intermediarias entre el estado de alerta y de apetito. Son por tanto factores excitantes, que estimulan el sistema simpático y promueven la actividad de neuronas estimulantes del apetito. Y es que el solo hecho de alimentarse requiere que estemos despiertos.

Conclusión
Entre los genes asociados con la obesidad, despiertan nuevo interés aquellos genes asociados con la cronobiología. Evidencias científicas demuestran la asociación entre fallos en el sistema circadiano y obesidad. Tanto la genética como las variables ambientales tales como los horarios de sueño y la comida, están implicadas en estas asociaciones. La medicina suele construirse alrededor del “dónde” y el “cómo”, sin embargo el “cuándo” es una variable fundamental para comprender la armonía del cuerpo sano; sus trastornos en la enfermedad; y los nuevos enfoques en los tratamientos clínicos. Estos nuevos descubrimientos pueden resultar en un progreso en la nutrición personalizada, mediante una mejora de los horarios de sueño y de comida, así como la combinación del genotipado y la caracterización cronobiológica del paciente.

Referencias
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– Marta Garaulet Aza. Niños a comer: evita la obesidad del niño y del adolescente. Editec@net, 2009.
– Juan Antonio Madrid y Ángeles Rol de Lama. Cronobiología básica y clínica. Editec@net, 2006.