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bebidas fermentadas y su relación con la salud humana

Los expertos opinan

Ramón Estruch

El Dr. Ramón Estruch es Consultor Senior del Servicio de Medicina del Hospital Clínico de Barcelona, Profesor Asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, Miembro Investigador del Instituto de Investigación Biomédica Augusto Pi y Suńer de Barcelona, y actualmente Miembro del Comité Científico de la CIBER de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición del Instituto de Salud Carlos III

Bebidas fermentadas y su relación con la salud humana

Desde tiempo inmemorial, el vino y la cerveza se han ligado a la alimentación de muchos pueblos. Asimismo, desde hace años, la sociedad responsabiliza al consumo excesivo de alcohol de un gran número de problemas médicos, sociales y laborales, pero, por otra parte, le atribuye efectos beneficiosos para la salud cuando se trata de consumo moderado de bebidas alcohólicas, especialmente las de baja graduación. El interés de la medicina moderna por esta doble cara de las bebidas alcohólicas despertó hace unos 15 años tras el análisis de varios estudios epidemiológicos en los que se constató que el consumo moderado de alcohol podría ser beneficioso al reducir la mortalidad global y, especialmente, la mortalidad cardiovascular. De hecho, lo que ha ocurrido en estos últimos años es que la ciencia ha tratado de demostrar que el “consumo moderado de determinadas bebidas alcohólicas era bueno para el corazón”. En otras palabras, los investigadores han tratado de aplicar el método científico para comprobar esta creencia popular. No obstante, al no poder olvidar la larga lista de enfermedades y problemas sociales y laborales derivadas de un consumo excesivo de alcohol, se ha creado gran confusión tanto en las sociedades científicas, acostumbradas a tratar al alcohol como un tóxico, como en el público en general, que recibe con frecuencia informaciones contradictorias sobre la bondad o no del consumo de las bebidas alcohólicas.

Llegados a este punto, podríamos plantearnos en primer lugar, cuál es el grado de evidencia científica de los efectos beneficiosos del consumo moderado de vino, cerveza y de otras bebidas alcohólicas. Seguidamente, deberíamos preguntarnos cuál es o pueden ser los mecanismos responsables de estos efectos beneficiosos, hecho que ayuda a dar más plausibilidad a los hallazgos de los estudios epidemiológicos. 
 
Numerosos estudios que han observado que una relación entre consumo de alcohol y mortalidad global, y la mortalidad por causas cardiovasculares, sigue una curva con forma de J o U, respectivamente. Es decir, el riesgo relativo de muerte resulta ser menor en los consumidores moderados de alcohol que en los abstemios, y, por supuesto, menor que el riesgo de los grandes consumidores de alcohol. Que la mortalidad de los consumidores moderados sea menor que los grandes bebedores parece lógico, pero lo que llamó realmente la atención es que la mortalidad de los abstemios fuera mayor que la de los consumidores moderados. No obstante, puede que este efecto beneficioso se deba a otros factores. En muchos de estos estudios se ha comprobado que estos tres grupos, abstemios, consumidores moderados y bebedores excesivos, difieren en el consumo de tabaco (mayor en los bebedores excesivos), actividad física (menor en los abstemios), consumo de grasas saturadas y grasas trans  (mayor en los no consumidores de alcohol), y de vitamina E (menor en los abstemios). Asimismo, también se ha señalado  que los consumidores moderados de vino también consumen más pescado, aceite de oliva o frutos secos, alimentos cuyo consumo se ha asociado a un menor riesgo vascular. Para tratar de resolver estas cuestiones, se han realizado un análisis conjunto de más de 50 estudios (meta-análisis) con un total de más de un millón de sujetos analizados y en los que se han tenido en cuenta todos estos factores. Tras su análisis, puede concluirse que las mujeres que consumen hasta 2 copas al día de alcohol y los varones que consumen hasta 4 copas al día, presentan una mortalidad significativamente menor que los abstemios.
 
Estos efectos beneficiosos del consumo moderado de alcohol frente a la cardiopatía coronaria se atribuyeron inicialmente a un incremento del colesterol ligado a las lipoproteínas de alta densidad (HDL), una reducción de la oxidación del colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad (LDL), a una disminución de la agregación plaquetaria, a un incremento de la actividad fibrinolítica y/o a una reducción en la resistencia a la insulina. No obstante, dado que actualmente se considera a la arteriosclerosis como una enfermedad inflamatoria de las arterias, se han destacado los efectos anti-inflamatorios de las bebidas alcohólicas, especialmente del vino y la cerveza. Todos estos hallazgos añaden plausibilidad biológica a los resultados los estudios epidemiológicos.

De todos modos, en la era de la medicina basada en la evidencia, sería preciso disponer de ensayos clínicos en los que se administre de forma controlada y aleatoria una intervención, por ejemplo, uno o dos vasos de vino tinto o cerveza, a un grupo de sujetos de alto riesgo vascular y a otros se les aconseje que se abstengan de tomar cualquier bebida alcohólica. Sólo el análisis posterior del número de complicaciones cardiovasculares acontecidas en uno u otro grupo nos permitirá disponer de suficientes evidencias para poder realizar recomendaciones con el máximo rigor científico. Hasta disponer de esta información, los consejos sobre el consumo moderado de alcohol debe individualizarse y evaluar la relación riesgo – beneficio en cada caso en particular. Evidentemente, a los alcohólicos crónicos se les debe aconsejar una abstinencia absoluta. A los bebedores excesivos sin datos de adicción al alcohol, una vez descartada la presencia de contraindicaciones, se le puede aconsejar que reduzcan su ingesta de alcohol a dosis diarias inferiores a 3-4 copas (<40 g. de alcohol al día) para los varones y 1-2 copas (<20 g. de alcohol al día) para las mujeres. Finalmente, a los consumidores moderados se les puede solicitar que mantengan su ingesta por debajo de los límites referidos. Respecto al tipo de bebida, el vino y la cerveza parecen tener efectos protectores adicionales. Hasta el momento, no se dispone de suficientes evidencias científicas para aconsejar a las personas abstemias el consumo moderado de alcohol, aunque probablemente existan algunas excepciones como los afectos de cardiopatía isquémica o los que reúnen factores de riesgo vascular o de insuficiencia cardiaca. Finalmente, para dar coherencia a nuestros consejos, deberíamos recomendar que el consumo de estas bebidas fuera con las comidas, para enmarcarlo dentro del mejor patrón alimentario que disponemos, la dieta mediterránea.