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Balance Energético

Como cualquier relación energética, el equilibrio energético se rige también por las leyes de la termodinámica, según las cuales la energía no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Así, las calorías que ingerimos a través de los alimentos se convierten – según las necesidades del momento- en energía para sustentar tres funciones biológicas esenciales: la generación de trabajo (actividad física y funciones vitales), la producción de calor (para mantener la temperatura corporal) y el almacenamiento de energía (en forma de glucógeno y depósitos de grasa); y convierten lo que se conoce como “balance energético” en un proceso dinámico y en constante cambio dentro del organismo. El equilibrio de energía es, por tanto, un concepto que hace referencia a lo que está sucediendo en las células en cada momento y es altamente variable a lo largo de un día. Si observamos por ejemplo, el  modelo de lo que ocurre durante un período de 24h, lo que podremos comprobar es que el balance energético es muy positivo durante y poco después de las comidas, mientras que la producción de energía se mantiene constante a lo largo de todo ese tiempo, exceptuando pequeños picos de mayor o menor gasto debido a la realización de actividad física por un lado, y a los períodos de sueño por otro. Es por esto que cuando hablamos de balance energético en referencia al peso corporal tengamos que hacerlo refiriéndonos a un período de tiempo más largo, a lo largo del cual se puede determinar si existe (o no) un equilibrio entre lo consumido y lo gastado en términos energéticos. De esta forma, en función del promedio de lo ocurrido durante una etapa concreta, podremos determinar la ganancia o pérdida, incluso la estabilidad, del peso corporal de un individuo, que es a lo que de manera fisiológica tiende nuestro organismo. Mantener el peso corporal es esencial para nuestro cuerpo , por lo que ha desarrollado una serie de mecanismos de control que tratan de sostener un peso determinado (denominado “set point”) en el que estamos cómodos. La base es mantener un resultado neutral entre la ingesta y el gasto de energía, por lo que existen determinadas señales, como las de “el apetito” o “la saciedad” que nos permitirán “dar comienzo” o, por el contario, finalizar la ingesta en función de nuestras necesidades energéticas. Además, gracias a este sistema de control, nuestro organismo también es capaz de gestionar el exceso puntual de una comida copiosa, pues tratará de gastar la energía sobrante aumentando la producción de calor y la actividad diaria. El problema lo encontramos cuando la ingesta calórica es reiteradamente superior al gasto energético diario, y los mecanismos de control dejan de ser suficientes para manejar el desequilibrio energético. En ese momento es cuando hablamos de ganancia de peso corporal debido a un continuo exceso de energía (balance positivo), el cual termina almacenándose en forma de grasa en los adipocitos (células grasas). Teniendo en cuenta que de forma evolutiva la composición corporal se va modificando  hacia una mayor presencia de tejido graso en detrimento del tejido magro o masa muscular, el mantenimiento de una dieta saludable y la realización de actividad física son dos factores esenciales para lograr mantener el peso corporal estable durante el mayor tiempo posible. En general dietas equilibradas y variadas, adaptadas a las necesidades y situaciones de cada individuo, no ser excesivamente restrictivo con la ingesta calórica, planear la alimentación a corto plazo y encontrar algún tipo de actividad que nos motive a movernos más, son algunas de las recomendaciones que se pueden seguir para que nuestro peso se mantenga constante de manera más o menos sencilla y sin necesidad de recurrir a medidas drásticas con efecto yo-yo. Fuentes: Hall, K. D., Heymsfield, S. B., Kemnitz, J. W., Klein, S., Schoeller, D. A., & Speakman, J. R. (2012). Energy balance and its components: implications for body weight regulation. The American journal of clinical nutrition95(4), 989–994.