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La importancia de la leptina de la leche materna contra la obesidad

INTRODUCCIÓN Hoy en día, la obesidad es considerada una de las principales patologías de la sociedad moderna debido a su elevada prevalencia y gravedad. El número de personas obesas está creciendo en cifras alarmantes, tanto en adultos como en niños, por lo que el desarrollo de estrategias efectivas, principalmente dirigidas a la prevención, resultan especialmente atractivas. La obesidad se define como un exceso de almacenamiento de energía en forma de grasa, esto es, que se produce un aumento del tejido adiposo que no guarda proporción con el depósito proteico ni de hidratos de carbono. Por tanto, aparece como resultado del balance entre el consumo calórico y el gasto energético del individuo. Existen numerosos factores neuroendocrinos encargados de regular el metabolismo energético, como son los agentes β-adrenérgicos, la colecistoquinina o el neuropéptido Y (NPY), entre otros. Sin embargo, el descubrimiento de la leptina fue el desencadenante de múltiples investigaciones destinadas a evidenciar los mecanismos implicados en la homeostasis o regulación del equilibrio fisiológico del cuerpo humano (Simón y del Barrio, 2002). Las actuales líneas de investigación están dirigidas al análisis del papel fisiológico de esta proteína que, según se ha demostrado en recientes estudios, también está presente en la leche materna. La leptina La leptina (del griego leptos, delgado) es un péptido de 167 aminoácidos, con una secuencia señal de 21 aminoácidos que presenta gran similitud en las diversas especies; siendo el porcentaje de homología entre el hombre y el ratón de un 84% y entre el hombre y la rata de un 83%. Por ello, muchos de los estudios desarrollados para conocer el papel de la leptina en el cuerpo humano, se han realizado primero en animales (Caimairi et al., 2007; Picó et al., 2007). Esta proteína fue descubierta en ratones en 1994 y está codificada por el gen Ob, localizado en el cromosoma 7, que se ha llamado gen de la Obesidad y cuya pérdida determina la obesidad patológica. En un principio, en los años siguientes a su descubrimiento, se pensó que el único tejido productor era el tejido adiposo, en concreto el tejido adiposo blanco (TAB). En la actualidad, se sabe que también es secretada a la sangre desde diversos orígenes, como por ejemplo, aunque en menor medida, por el hígado, el estómago, la placenta, el hipotálamo, la hipófisis y también, según recientes publicaciones, está presente en la leche materna (Picó et al., 2007; San Miguel et al., 2005). La leptina es secretada por el tejido adiposo en proporción a la masa de dicho tejido. Este hecho permitió suponer que la secreción de esta proteína actúa como señal al cerebro, informando sobre el tamaño del tejido adiposo y actuando como factor saciante (San Miguel et al., 2005). Debido a este papel de mensajero químico, la leptina es considerada una hormona. Las concentraciones de leptina en el organismo están condicionadas por el sexo, la edad, la ingesta calórica y el índice de masa corporal (IMC). Para un mismo IMC la concentración sérica de leptina es de dos a tres veces superior en la mujer que en el hombre. Esto se explica debido a la mayor proporción de grasa subcutánea en las mujeres y a los estrógenos. Mientras que los andrógenos y los ácidos grasos de cadena larga inhiben la síntesis de leptina, los estrógenos, glucocorticoides e insulina son reguladores positivos de la misma (San Miguel et al., 2005). Funciones fisiológicas de la leptina Desde su descubrimiento, se ha confirmado que esta hormona está implicada en importantes funciones fisiológicas, tanto del sistema nervioso central como de órganos periféricos. El mecanismo de actuación de la leptina una vez secretada por los adipocitos es a través del sistema nervioso central, activando los centros que regulan el depósito de grasa y originando una disminución en el mismo. Los efectos de la leptina en el hipotálamo están mediados, en parte, por la inhibición en la producción de neuropéptidos hipotalámicos, entre los que se incluyen el neuropéptido Y (NPY). Este neuropéptido, con actividad orexigénica (del griego orexis que significa apetito), es un importante regulador del consumo de alimentos y del balance energético (Caimairi et al., 2007). Los resultados de la inhibición del NPY se traducen en una disminución de la ingesta y un aumento de la actividad del sistema nervioso simpático, lo que lleva al aumento del metabolismo basal y del gasto energético. Más potente que la señal antiobesidad es la señal de reacción de ayuno. La leptina provoca un incremento en la secreción de la hormona liberadora de corticotropina (CRH), de la urocortina y de la hormona concentradora de melanocitos (MCH) que tienen un efecto en la inhibición de la ingesta; esto es, la leptina puede estimular la acción de diversos agentes anorexígenos (inductores de un efecto de saciedad) a la vez que antagoniza el efecto orexígeno (efecto de apetito) de otros. Así pues, la leptina una vez secretada a la circulación sistémica puede atravesar la barrera hematoencefálica y desencadenar procesos relacionados con la disminución de la ingesta, aumento del gasto energético y procesos metabólicos y neuroendocrinos. Entre otras de las acciones que realiza esta hormona, mencionar su posible participación en la respuesta inflamatoria, a la vez que modula la respuesta inmune; su intervención en la regulación del inicio de la pubertad y en la función de la reproducción; su posible participación en la regulación de la presión arterial, etc. Como se ha comentado anteriormente, esta hormona también es secretada por el tejido placentario, siendo molecularmente igual a la secretada por los adipocitos del tejido graso. Los niveles de leptina en suero materno son elevados durante la gestación, al igual que en el líquido amniótico y en el cordón umbilical, lo que parece estar directamente relacionado con el peso fetal (San Miguel et al., 2005). Por ello, se deduce que la leptina podría actuar como factor de crecimiento o como una señal del estatus nutritivo y energético entre la madre y el feto, asegurando un adecuado aporte alimentario. El estudio del papel de la leptina a partir de la fase neonatal es uno de los objetivos de las actuales líneas de investigación, que se comentan en el siguiente apartado. En los últimos años, se han publicado diversos estudios que ponen de manifiesto que la leptina puede ser un valioso recurso médico contra la obesidad por su ingesta a través de la leche materna (Miralles et al., 2006; Picó et al., 2007; Sánchez et al., 2005). Estudios realizados en ratas, han demostrado que la leptina presente en la leche materna puede ser absorbida por el estómago de las crías lactantes (Picó et al., 2007; Sánchez et al., 2005) y ser transferida al flujo sanguíneo. Esto ha hecho pensar que ésta podría ser la principal fuente de leptina durante la lactancia. En estos estudios realizados con animales, se trató de determinar el efecto del consumo de leptina durante la etapa de lactancia y la regulación de peso. Los resultados indican que en aquellos animales a los que se les suministró leptina de forma exógena, el IMC o nivel de grasa es directamente proporcional a la concentración de leptina. Además, debido a que los animales no mostraron una reducción de peso ni disminución del tejido adiposo, se puede deducir que el efecto de esta hormona es la adaptación del metabolismo para poder equilibrar el consumo de energía. Durante la etapa de desarrollo neonatal, la leptina de la leche materna es absorbida por el estómago desencadenando la regulación de la producción endógena de esta hormona y del consumo de alimentos, sin que ello suponga un aumento de peso. Por ello, estos resultados obtenidos en ratas indican la necesidad de un aporte de leptina durante la etapa neonatal para un adecuado desarrollo postnatal en relación al control de peso. Además, según estos autores, la cantidad de leptina suministrada a animales es equiparable a la dosis fisiológica de leptina procedente de la leche materna. Como conclusión, indican que el aporte de dosis fisiológicas de leptina durante la lactancia puede aminorar o prevenir el sobrepeso y/u obesidad en la edad adulta. Asimismo, su efecto en humanos ha sido recientemente estudiado en un grupo de mujeres no obesas que alimentaron a sus bebés durante un tiempo mínimo de 6 meses (Miralles et al., 2006). Para su realización, se obtuvieron muestras de sangre de las madres a los 1, 3, 6 y 9 meses de lactancia para determinar la concentración de leptina y se realizó un seguimiento del peso del niño hasta los dos años de edad. Se debe tener en cuenta que la concentración de esta hormona en la leche materna varía según la persona (Miralles et al., 2006; Sánchez et al., 2005) El objetivo de este estudio era determinar si la concentración de leptina en la leche materna está relacionada con la cantidad de leptina en el flujo sanguíneo, con el IMC y la ganancia de peso en bebés durante los dos primeros años. Los resultados obtenidos indican que, al igual que los resultados obtenidos en animales, existe una relación directa entre la concentración de leptina en la leche materna, su concentración en el plasma materno y el IMC. También dedujeron que la cantidad de leptina aportada durante la lactancia dependía del contenido de tejido adiposo de la madre. La leche materna contiene una gran cantidad de hormonas y factores de crecimiento cuya influencia aún está por determinar en el desarrollo neonatal; no obstante, el estudio de Miralles et al. (2006) ha sido el primero en evidenciar que el aporte de leptina presente en la leche materna en humanos ayuda a regular la ganancia de peso durante la infancia y por tanto, confirma la hipótesis del papel de la alimentación materna en la reducción del riesgo de obesidad en niños. También muestra que las primeras fases de la lactación, período en el cual la mucosa gástrica está aún inmadura y se puede facilitar la absorción de leptina, son de crítica relevancia en relación a la acción de esta hormona. CONCLUSIÓN El creciente conocimiento de esta hormona abre nuevas perspectivas en el difícil campo terapéutico de la obesidad. Las actuales líneas de investigación están orientadas a analizar las diferentes vías por las que la leptina podría ser suministrada para que tenga utilidad en el tratamiento de esta enfermedad. No obstante, los científicos aún tienen mucho camino por recorrer antes de comprender completamente el papel fisiológico que juega esta hormona. A pesar de que las evidencias epidemiológicas indican que los factores nutricionales perinatales tienen efecto a largo plazo en la predisposición a la obesidad, hasta la actualidad no se habían determinados cuáles eran los componentes responsables de esto (Picó et al., 2007). Por tanto, el estudio realizado por Miralles et al., (2006) es el primer trabajo que aporta evidencias de que la leptina presente en la leche materna ayuda a regular el control del peso durante la infancia y también, corrobora la hipótesis de que la leptina es un componente biactivo responsable de la prevención de la obesidad en la edad adulta. Por ello, el hecho de que la leptina esté presente en la leche materna; pero no en los alimentos infantiles, abre nuevas vías para la prevención de la considerada ‘enfermedad del siglo XXI’. En el futuro, se debería pensar en la posibilidad de que los preparados alimenticios contengan una cantidad suficiente de leptina, al menos durante una parte de la lactancia, períodos críticos para que el niño pueda consolidar su sistema fisiológico de prevención frente a la obesidad. BIBLIOGRAFÍA
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  • San Miguel, A., Calvo, B., Alonso, N., Iglesias, R., Mazón M.A. (2005) Leptina: implicaciones fisiológicas y clínicas. Asociación Española de Farmacéuticos Analistas. Actualidades 2005. p. 79-88.
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  • Simón, E. y del Barrio, A.S. (2002) Leptina y obesidad. Anales Sis San Navarra, 25 (Supl. 1). p. 53-64.