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La importancia científica de la obesidad infantil

INTRODUCCIÓN La obesidad constituye hoy una de las principales causas en la sociedad moderna debido a las complicaciones clínicas que presenta. Hoy en día se está hablando de la “epidemia de la obesidad” y está empezando a tener una especial repercusión en niños llegando a cifras preocupantes para la Organización Mundial de la Salud (OMS), incluso de un 15% en algunos países de la Unión Europea. No sólo es preocupante el aumento de la prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños, sino también el desvío en la curva del Índice de Masa Corporal (IMC) y de la Circunferencia de Cintura (CC) hacia la derecha en la población infantil. Esto lleva a considerar la obesidad en niños como un fenómeno global, como una epidemia creciente y no controlada y a ser una de las enfermedades más recuentes en niños en los países desarrollados, aunque no sólo se limita a ellos. La obesidad infantil. Una enfermedad crónica con consecuencias negativas para la salud La obesidad en niños no debe ser considerada por más tiempo como una enfermedad benigna, cuyo principal problema es estético, de apariencia física, ya que cada vez existe más evidencia científica de que la obesidad en la primera década de la vida y sobre todo desde el comienzo de la segunda es una enfermedad que tiende a cronificarse y a agravarse. La obesidad se asocia a cambios progresivos en la distribución y depósito de la grasa corporal y con el desarrollo de comorbilidades, que afectan a la estructura de órganos y aparatos importantes, repercutiendo en el metabolismo, regulación hormonal y la homeostasis, así como, en la conducta, la autoestima y aceptación social. Todo ello tiene un efecto negativo en la calidad de vida, que se deteriora progresivamente con el aumento del grado de obesidad, observándose en algunos estudios que en los niños con obesidad mórbida es equiparable a la de los niños con cáncer. Por tanto, la obesidad en niños tienen un gran impacto sobre su salud física, mental y social. Continuidad (tracking) de la obesidad y sus comorbilidades desde el niño al adulto Existe una evidencia científica de que la obesidad en el niño es un factor de riesgo ya que puede continuar siendo obeso de adulto. El criterio más exacto para el diagnóstico de obesidad es la determinación del porcentaje de grasa que contiene el organismo, para ello se pueden utilizar diversas técnicas como la “antropometría” (tratado de las proporciones y medidas del cuerpo humano), aunque el más utilizado es el Índice de Masa Corporal (IMC). Factores relacionados con el sobrepeso y la obesidad en niños Los períodos cronobiológicos correspondientes al embarazo, primer año de vida y de la niñez y adolescencia son críticos para el crecimiento, la maduración y el desarrollo, para la replicación celular, la expresión génica y la regulación endocrina, y todo esto va a influir en el riesgo de enfermedades a corto, medio y largo plazo, entre ellas la obesidad. La intervención de distintos factores obesogénicos en estos períodos críticos van a condicionar la existencia de grupos de riesgo en los primeros años de vida. Según la revisión sistemática de la bibliografía científica, los principales factores son los siguientes: la obesidad o adiposidad parental, los factores sociales, el peso de recién nacido, el tiempo y la tasa de maduración, los patrones dietéticos y de actividad física y los factores psicológicos y conductuales. Éstos se pueden agrupar en tres categorías: genéticos (obesidad o adiposidad parental); fisiológicos (peso de recién nacido y tasa y tiempo de maduración) y conductuales (sociales, psicológicos, estilos de vida: actividad, alimentación). Obesidad parental Es un factor determinante de la obesidad de los hijos. En la mayoría de los estudios científicos, el riesgo de la obesidad en hijos es mayor si la madre es la obesa y siempre máximo si los dos padres son obesos. Historia del embarazo y del peso al nacimiento La mayoría de los estudios evidencia una mayor prevalencia de obesidad y comorbilidad a medio y largo plazo en los de mayor y menor peso al nacer, mostrando una imagen en U.
  • Peso bajo al nacer los recién nacidos con peso bajo son la expresión de “hambre en útero”, ya sea por la ingesta insuficiente de nutrientes o desnutrición de la madre como por una estructura y/o función placentaria y uterina inadecuada.
  • Peso alto al nacer :   recién nacidos con más de cuatro Kg. de peso, y en especial si son hijos de madres diabéticas y/u obesas, tienen mayor riesgo de desarrollar obesidad y comorbilidades, incluido el síndrome metabólico.
  • Hijos de madres fumadoras en el embarazo : existe una evidencia cada vez más contrastada de que el fumar durante el embarazo aumenta el riesgo de cambios estructurales, metabólicos y de desarrollo fetal.
Alimentación en el primer año de vida
  • Alimentación con leche de fórmula la leche de mujer es sin duda el patrón de oro de la alimentación del lactante. El niño que desde recién nacido se alimenta con leche de fórmula, en consecuencia cualitativa y cuantitativamente diferente de la humana, puede estar más expuesto a desarrollar posteriormente obesidad que el niño alimentado con leche materna, ya que existe un menor autocontrol de la ingesta por el lactante.
  • Iniciación precoz de la alimentación complementaria Existe una recomendación generalizada de no introducir alimentos distintos a la leche antes de los 4 a 6 meses de vida y, que una vez introducidos, la leche continúa siendo el alimento principal durante el primer año. La introducción precoz de la alimentación complementaria puede aumentar el aporte energético de la dieta y así incrementar la velocidad de ganancia de peso y el riesgo de adiposidad.
Niños con catch-up (ganancia rápida) de peso y tejido graso postnatal. Aumento de la velocidad de ganancia de peso en el primer año de vida En los primeros 12 meses de vida, la velocidad de crecimiento es mayor y se incrementa el porcentaje de grasa en el total de la masa corporal. Por ello el aumento acelerado de peso o catch-up en los primeros 4 meses de vida, puede favorecer el riesgo de posterior obesidad y sus comorbilidades, como ocurre con el síndrome metabólico o la enfermedad cardiovascular. El progreso rápido del incremento de peso en el segundo y tercer año también aumenta el riesgo posterior de obesidad. Rebote adiposo precoz Al aumento significativo del contenido graso corporal en el primer año de vida, le sigue un período de caída que finaliza alrededor de los 4 a 6 años de edad, para aumentar posteriormente hasta el final de la adolescencia, siendo significativamente mayor en el sexo femenino. Este incremento a partir de los 4 ó 6 años de edad es el que se conoce como rebote adiposo. Existe evidencia de que cuánto más precoz sea el inicio del rebote adiposo, habrá más riesgo de obesidad en edades posteriores. Cabe destacar que la obesidad parental se asocia con un rebote más precoz. Energía Otro factor importante es el relacionado con la energía, ya que el balance energético se consigue cuando la ingesta energética es igual al gasto energético. Si la ingesta excede al gasto, ésta se deposita en forma de grasa. Excesos relativamente pequeños en la ingesta energética, pero mantenidos durante largos períodos de tiempo, producen aumentos significativos en la grasa corporal. Por tanto, el ejercicio constituye una medida complementaria a la dieta, ya que aumenta el gasto energético, disminuye la lipogénesis, mejora la sensibilidad a la insulina y mejora la imagen corporal. Otros factores Existen numerosos factores asociados a esta enfermedad y además de los ya citados, influyen: la talla elevada, los hábitos dietéticos familiares obesogénicos, el nivel socieconómico y educacional familiar, que corresponde al tiempo empleado en hacer la compra, en preparar los alimentos y cocinarlos. El predominio en la cesta de la compra de alimentos manufacturados con alta densidad energética y bajo contenido en nutrientes en los grupos socioeconómicos más bajos contrasta con un mayor consumo de alimentos frescos saludables y ricos en nutrientes en los del nivel más alto. La calidad de las comidas en el hogar, el número de ellas y su relación horaria, las relaciones familiares que se establecen durante éstas, la participación en la compra de alimentos y su preparación culinaria, son elementos fundamentales para la conducta alimentaria del niño. CONCLUSIÓN El tratamiento de la obesidad es complicado ya que son pocos los pacientes que acuden regularmente a las consultas de seguimiento. Para realizar un tratamiento adecuado se requiere un equipo multidisciplinar compuesto de pediatras, dietistas, enfermeras, psicólogos y psiquiatras.El tratamiento con éxito de la obesidad reside en la disminución de la ingesta calórica en relación con el gasto energético, enseñando a la vez hábitos de alimentación y de estilo de vida apropiados que promuevan a largo plazo el mantenimiento del peso ideal. BIBLIOGRAFÍA
  • AESA (2006): “Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad. Estrategia NAOS”. Coordinadores: B. Moreno Esteban y A. Charro Salgado. Editorial medica panamericana. Madrid. España.
  • Chueca, M.; Azcona1, C.; Oyarzábal, M. (2002): “Obesidad infantil”. Unidad de Endocrinología Pediátrica. Departamento de Pediatría. Hospital Virgen del Camino. Pamplona. 1Unidad de Endocrinología Pediátrica. Departamento de Pediatría. Clínica Universitaria. Pamplona. Hospital Anales Sis San Navarra; 25 (Suplemento 1): 127-141.