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La Dieta Mediterránea: una nueva definición complementaria

INTRODUCCIÓN

La Dieta Mediterránea (DM) se define como el patrón tradicional de alimentación de los países de la cuenca mediterránea de finales de la década de los años 50 y principios de los 60, cuando todavía no había influencias derivadas de la industrialización en estos países. Aunque no en todos los países del área Mediterránea se ingieren los mismos alimentos ni se emplean las mismas técnicas culinarias, se puede decir que las características que definen esta dieta son las siguientes:

– Elevado y variado consumo de alimentos de origen vegetal: verduras, frutas, frutos secos, cereales y legumbres. – Utilización del aceite de oliva como principal grasa culinaria. – Elevado consumo de pescado. – Moderado consumo de carnes blancas y lácteos desnatados. – Bajo consumo de carnes rojas y derivados y lácteos enteros. – Consumo moderado de alcohol en las comidas principales.

El patrón tradicional de alimentación de la DM asegura un aporte importante en antioxidantes, polifenoles, y un perfil graso característico (rico en grasas monoinsaturadas) a los que se les ha reconocido el papel protector frente a las enfermedades cardiovasculares. Asimismo, este patrón dietético asegura el consumo adecuado de vitaminas, minerales y fitoquímicos (Wärnberg et al., 2010).

La DM se considera como uno de los modelos dietéticos más saludables, y numerosos estudios epidemiológicos han demostrado que los países mediterráneos tienen menores tasas de muerte por enfermedad crónica y mayor esperanza de vida. Por lo tanto, la DM tradicional tiene un efecto protector frente al infarto de miocardio, la diabetes y otras enfermedades asociadas  al estrés oxidativo (Mariscal-Arcas, et al.).

 

Nueva definición complementaria de Dieta Mediterránea A pesar de los efectos protectores de la DM descritos anteriormente, no se han identificado asociaciones importantes con ningún alimento en particular, sino en relación a un elevado consumo de alimentos ricos en compuestos bioactivos, como lo son las frutas, las verduras, las legumbres y los frutos secos. Una hipótesis bastante asentada es el hecho de que estos compuestos juegan un papel clave en los efectos beneficiosos de la DM. En relación a esto, recientemente se ha propuesto una definición complementaria de la DM basada en indicadores dietéticos, ya que hasta el momento la definición incluía unas características poco precisas, sin llegar a dar datos concretos. Los indicadores dietéticos son los siguientes:

– Proporción de ácidos grasos monoinsaturados/saturados. Está generalmente aceptada por los científicos la importancia que tienen los ácidos grasos (AG) monoinsaturados en la prevención de enfermedades, y que la proporción de estos ácidos con respecto a los saturados (AG monoinsaturados/AG saturados) es un indicador predictivo de mortalidad total. Este indicador ha de estar entre 1.6 y 2 para que sea característico de la DM.

– Consumo de fibra dietética. Como es bien sabido, la fibra es esencial en la dieta de cualquier persona, y parte de los beneficios de la DM  pueden ser atribuidos al consumo de fibra. El consumo ha de ser entre 41 y 62 gramos por persona de fibra dietética como ‘fracción total no digerible’. La ‘fracción total no digerible’ se ha definido recientemente como la parte de las plantas que llega al colon sin absorberse en el intestino delgado. Incluye, además de los polisacáridos no amiláceos y de la lignina (concepto tradicional de fibra dietética), otros compuestos resistentes a la acción de las enzimas digestivas, como la fracción de almidón resistente, proteínas asociadas a la fibra, ciertos polifenoles, etc.

– Capacidad antioxidante de la dieta. La capacidad antioxidante de la dieta deriva de la suma de los potenciales antioxidantes de las vitaminas, los polifenoles, los carotenoides y otros compuestos minoritarios, y ha de ser equivalente al consumo diario de 3500 unidades de antioxidantes (‘equivalentes trolox’). – Consumo de fitosteroles. Los alimentos vegetales contienen un gran número de esteroles como componentes lipídicos minoritarios. El alto contenido de fitosteroles en los alimentos mediterráneos (aceite de oliva, frutos secos, legumbres) sugiere que puedan ser un factor importante en las bajas tasas de riesgo cardiovascular en los países mediterráneos. El consumo de fitosteroles definido para la DM es de entre 370 y 555 mg per cápita (Saura-Calixto, F. y Goñi, I., 2009).

Disponibilidad de alimentos mediterráneos y no mediterráneos Factores como la diferencia cultural, el gusto particular, las tradiciones, la educación, la localización geográfica, etc., influencian las preferencias alimentarias y la disponibilidad de alimentos. En este sentido, un estudio llevado a cabo conjuntamente por la Fundación Dieta Mediterránea, la Universidad de Oporto y el Instituto Catalán de Oncología ha puesto de manifiesto que los cambios más notables desde los años 60 se han dado en los países de la Europa Mediterránea, entre los que se encuentra España. En estos países se ha observado una gran disponibilidad de grupos de alimentos no mediterráneos (grasas animales, aceites vegetales, azúcar y carne), mientras que la disponibilidad de bebidas alcohólicas, incluído el vino, y de legumbres, decreció. Por ello se podría decir que han experimentado un proceso de occidentalización de los hábitos alimentarios. A pesar de haber perdido algunas de sus características típicas, los países de la Europa Mediterránea disponen de más aceite de oliva, vegetales, frutas y pescado que otras áreas (Vareiro, D., et al., 2009).

Adherencia a la dieta Mediterránea En consonancia con lo expuesto anteriormente, se ha observado que los países mediterráneos se han alejado del patrón alimentario de DM en los últimos años. Para ello, se ha empleado el índice de conveniencia mediterráneo (MAI), que mide la adherencia de un país o población a la DM. El índice MAI se calcula dividiendo la energía proveniente de todos los alimentos ‘mediterráneos’ entre la energía de los no mediterráneos. Cuanto mayor es el índice de un país, mayor es la adherencia a este patrón de dieta. Los alimentos considerados mediterráneos son el aceite de oliva, las aceitunas, los cereales, las hierbas y especias, las frutas, las verduras, los frutos secos, el pescado, las legumbres, el vino y la cerveza. Los considerados no mediterráneos son: otras fuentes de grasa a parte del aceite de oliva, el azúcar y los edulcorantes, las bebidas alcohólicas (excepto el vino y la cerveza), la carne, los despojos, los estimulantes (café, cacao, etc.) y la grasa animal. Los huevos y los derivados lácteos no se tienen en cuenta, ya que se consideran alimentos comunes en todos los patrones dietéticos.

A pesar de que el índice MAI tiene algunas limitaciones, como por ejemplo el hecho de que no tiene en cuenta las diferentes proporciones de los alimentos, es una herramienta útil para comparar las tendencias alimentarias entre países diferentes y comparar el mismo país en distintos periodos. En este sentido, se ha visto que  en los países mediterráneos los productos no mediterráneos proporcionan mucha más energía a la dieta que los mediterráneos, a diferencia de hace unas décadas. Esto nos lleva nuevamente a la conclusión de que nos estamos alejando cada vez más de la DM (Da Silva, R., et al., 2009).

CONCLUSIÓN Como se ha visto, los países mediterráneos, y entre ellos España, se están alejando de la DM, a pesar de que la disponibilidad de componentes típicos de esta dieta, como las frutas, las verduras o el aceite de oliva, no ha disminuido o se ha mantenido. Teniendo en cuenta que esta dieta se asocia con numerosos beneficios saludables, es necesario que se promuevan estrategias para contrarrestar la occidentalización que la DM está sufriendo, así como que individualmente hagamos un gran esfuerzo por mantenerla.

BIBLIOGRAFÍA

– Da Silva, R., Bach-Faig, A., Raidó, B., Buckland, G, Vaz de Almeida, M.D. y Serra-Majem, Ll. (2009). Worldwide variation of adherence to the Mediterranean Diet, in 1961-1965 and 2000-2003. Public Health Nutrition: 12(9a), 1676-1684.

– Mariscal-Arcas, M., Rivas, A., Velasco, J., Ortega, M., Caballero, A.M., Olea-Serrano, F (2008). Evaluation of the Mediterranean Quality Index (KIDMED) in children and adolescents in Southern Spain. Public Health Nutrition: 12(9), 1408-1412.

– Saura-Calixto, F. y Goñi, I. (2009). Definition of the Mediterranean Diet Based on Bioactive Compounds. Critical Reviews in Food Science and Nutrition, 49:145-152.

– Vareiro, D., Bach-Faig, A., Raidó, B., Bertomeu, I., Buckland, G, Vaz de Almeida, M.D. y Serra-Majem, Ll. (2009). Availability of Mediterranean and non-Mediterranean foods during the last four decades: comparison of several geographical areas. Public Health Nutrition: 12(9A), 1667-1675.

– Wärnberg, J., Benítez, R., Alva, M., Pulgarin, P. (2010). Últimas evidencias sobre el beneficio de la Alimentación  Mediterránea en la prevención de la depresión. Revista de Nutrición Práctica. Especial Andalucía.