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Efectos de la fibra dietética sobre el colesterol y las enfermedades cardiovasculares

INTRODUCCIÓN
Actualmente y después de 30 años de investigación, la fibra dietética forma parte de lo que se considera dieta saludable. No existe todavía una definición única que englobe los distintos componentes de la fibra dietética y sus funciones. Los factores mayoritarios de la fibra son los hidratos de carbono complejos y la lignina, aunque nuevos productos pueden ser, en el futuro, incluidos en el concepto de fibra. A pesar de que no hay todavía datos concluyentes sobre la recomendación de los distintos tipos de fibra, sigue siendo adecuado indicar una dieta que aporte 20-35 g/día de fibra de diferentes fuentes. La ingesta de fibra es recomendable desde los primeros años de la vida, ya que a menudo va acompañada de un estilo de vida que a largo plazo ayuda a controlar otros factores de riesgo (Escudero Álvarez, E. y González Sánchez P, 2006). Concepto de fibra El concepto de fibra se ha ido modificando a lo largo de los últimos años debido al descubrimiento de los diferentes efectos beneficiosos que su consumo tiene para el hombre. En un principio el concepto de fibra se hace sinónimo de fibra vegetal, definiéndose como ‘los constituyentes de la pared de la célula vegetal, resistentes a las enzimas del tracto digestivo humano’. Este concepto engloba a la celulosa, hemicelulosa y lignina, componentes de la pared celular de las plantas, que al no ser digeridas eran capaces de incrementar el volumen de los contenidos intestinales, facilitando el tránsito intestinal. Posteriormente, Burkitt y Trowelladoptan (1976) adoptan un término más amplio para la fibra, definiéndola como ‘el remanente de los componentes de la planta que son resistentes a la hidrólisis por las enzimas intestinales humanas’. Este concepto incluye además de la celulosa, la hemicelulosa y la lignina, a otros carbohidratos presentes en las plantas como las pectinas, las gomas y los mucílagos. Gracias a investigaciones realizadas en las últimas dos décadas, la American Association of Cereal Chemist propuso en 2001 un nuevo concepto de fibra dietética, que podría hacerse sinónima de fibra funcional, definiéndola como ‘la parte comestible de las plantas o hidratos de carbono análogos que son resistentes a la digestión y absorción en el intestino delgado, con fermentación completa o parcial en el intestino grueso. La fibra engloba polisacáridos, oligosacáridos, lignina y sustancias asociadas a la planta’. (Aguilera Garca, C.M. et al., 2007) Clasificación de la fibra dietética La fibra puede clasificarse según diferentes criterios: origen botánico, naturaleza química de sus componentes, relación con la estructura de las paredes celulares, etc.. Sin embargo, la clasificación tradicional, debida a su comportamiento físico en el agua, es la de soluble e insoluble. La fibra dietética soluble o altamente fermentable incluye al almidón resitente, pectinas, gomas, mucílagos y ciertos tipos de hemicelulosas y polisacáridos no amiláceos de reserva de la planta. La mayor parte de estos compuestos son muy hidratables y forman geles en el intestino delgado.  La fibra soluble se caracteriza porque retrasa la absorción de glucosa y grasa en el intestino delgado y porque gran parte de ella sufre un proceso bacteriano de fermentación en el colon, con producción de ácidos grasos de cadena corta, que son absorbidos por el organismo. La fracción soluble es variable, existiendo proporciones elevadas de la misma respecto al total de fibra dietética en frutas (38%), verduras y hortalizas (32%) y legumbres (25%) La fibra dietética insoluble incluye celulosa, algunas hemicelulosas, lignina y otros polifenoles como los taninos condensados. Predomina en los cereales, las hortalizas, verduras, y algunas leguminosas. La fracción insoluble, rica en polifenoles, apenas sufre procesos fermentativos en el colon, y tiene un efecto más marcado en la regulación intestinal (Guarner, F. et al., 2008) Efectos de la fibra sobre el colesterol y las enfermedades cardiovasculares Se ha demostrado mediante diversos estudios observacionales longitudinales, una relación inversa significativa entre la ingesta total de fibra y la mortalidad de origen cardiovascular y la mortalidad en general (Guarner, F. et al). Un metaanálisis reciente de diez grandes estudios propectivos concluye que, por cada 10 g de incremento en la ingestión de fibra, el riesgo coronario global se reduce un 14%, mientras que el riesgo de muerte por causa coronaria disminuye un 27% tras ajustar por diversos factores de confusión (Meco López, J.F., et al., 2007). Por otra parte, diversos estudios comparativos entre individuos vegetarianos y no vegetarianos han mostrado niveles más bajos de colesterol sérico y menor tasa de mortalidad por enfermedades cardiovasculares en los primeros, aunque no se ha podido delimitar si ello es debido a que los vegetarianos ingieren una mayor cantidad de fibra dietética o simplemente es el reflejo de un estilo de vida más saludable. Los mecanismos del efecto hipocolesterolemiante de la fibra dietética serían múltiples: 1.    Disminución de la absorción intestinal de ácidos biliares, al dificultar su difusión hacia la superficie intestinal, y con ello incrementar su pérdida fecal, de forma que se estimula el catabolismo del colesterol. 2.    Facilitar la pérdida de ácidos biliares interrumpiendo su circulación enterohepática y, con ello, la tasa de absorción de los lípidos de la dieta. 3.    Disminuir las concentraciones intracelulares de colesterol libre y el estímulo de la síntesis del colesterol endógeno. 4.    Estimulación insulínica de la lipogénesis hepática. 5.    La fermentación de la fibra dietética mediante la acción de las bacterias colónicas induciría una modificación en la producción de ácidos grasos de cadena corta, reduciendo la síntesis endógena de colesterol, ácidos grasos y de las lipoproteínas de muy baja densidad. Keys y Cols fueron los primeros en establecer que ciertas formas de fibra dietética pueden disminuir la colesterolemia en humanos. Con posterioridad, diversos estudios han establecido que el consumo elevado de fibra dietética, especialmente la de tipo soluble se asocia de forma directa o indirecta a una disminución significativa de los niveles séricos de colesterol total y LDL, y al mismo tiempo, a una menor incidencia de enfermedades coronarias, tanto en sujetos sanos, como en aquellos que presentan una dislipemia (Guarner, F. et al., 2008). Se estima que se produce un descenso de colesterol total y del colesterol LDL de unos 2mg/dl por cada gramo de fibra soluble añadido a la dieta. Por ejemplo, comer dos manzanas al día supone 2 g de pectina, por lo que puede esperarse que se reduzca el colesterol LDL unos 4 mg/dl mientras que se mantenga el consumo (Meco López, J.F., et al., 2007). Por otro lado, fibras insolubles como las del trigo o de la celulosa, no se asocian a este efecto hipocolesterolemiante, aunque sorprendentemente diversos estudios epidemiológicos demuestran que el consumo de fibra insoluble (procedente de cereales integrales, frutos secos y legumbres) se asocia a una reducción en el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y diabetes miellitus, posiblemente por la presencia en estos alimentos, junto a la fibra dietética, de diversas sustancias fitoquímicas bioactivas y antioxidantes (Guarner, F. et al., 2008).
BIBLIOGRAFÍA 1.    Aguilera Garca, C.M. et al. (2007). Alimentos Funcionales. Aproximación a una nueva alimentación. Instituto de Nutrición y Trastornos Alimentarios. Comunidad de Madrid. 2.    Escudero Álvarez, E. y González Sánchez P. (2006). La fibra dietética. Nutr. Hosp. 21 (Supl. 2). 3.    Guarner, F. et al. (2008). Libro Blanco de la Fibra Dietética. Corporación Alimentaria Peñasanta. 4.    Meco López, J.F., et al. (2007). Guía de atención cardiosaludable en atención primaria. 2ª ed. Instituto Flora.