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¿Cómo se previenen las alergias a alimentos en niños?

INTRODUCCIÓN Las enfermedades alérgicas constituyen una de las patologías más frecuente en la consulta, especialmente en la edad infantil, observándose un incremento considerable de las mismas al menos en países desarrollados. La mayoría de estas enfermedades se presentan tempranamente en el niño, siendo la sensibilización a alimentos en el primero y segundo año de vida el hecho más frecuente, y en años posteriores la sensibilización a aeroalergenos. En la actualidad se estima que de un 4% a un 6% de niños son alérgicos a alimentos, entre un 8% y un 10% padecen asma y casi un 25% sufren de rinitis o conjuntivitis. Los alimentos más frecuentemente implicados son lógicamente los de mayor consumo y, en nuestro medio y en menores de 5 años, la máxima frecuencia corresponde a la leche de vaca y al huevo de gallina seguidos de los pescados y las frutas. Dentro de la infancia pero considerando edades superiores, entre 5 y 10 años, este orden se invierte lo que nos orienta ya de entrada sobre la evolución natural de la alergia a alimentos en la edad infantil. Según la doctora María Isabel Martínez Molero, Presidenta de la Sociedad de Alergología e Inmunología Clínica, se están desarrollando muchas alergias a los alimentos porque nuestro sistema inmunológico está más alterado que antes, debido principalmente a factores ambientales. Además influye la manipulación de los alimentos. ¿En qué consiste una reacción alérgica? El sistema inmunológico generalmente protege al cuerpo de las proteínas extrañas dañinas, generando una reacción para eliminarlas. La alergia se da esencialmente cuando el “sistema inmunológico no funciona bien”, y percibe una sustancia normalmente inocua como si fuera una amenaza – un alérgeno -, y lo ataca con las defensas inmunológicas del cuerpo. Cuando hay una reacción alérgica real, el cuerpo produce anticuerpos (una proteína que específicamente se une a otra proteína llamada antígeno, en este caso el alérgeno, para neutralizarla y eliminarla del cuerpo). La mayoría de los niños producen pequeñas cantidades de anticuerpos específicos conocidos como inmunoglobulina E (IgE) frente a diferentes alimentos durante el primer año de vida. Estos anticuerpos con el tiempo desaparecen. En algunos niños, relativamente pocos, los anticuerpos IgE específicos permanecen e incluso aumentan considerablemente provocándoles sintomatología alérgica gastrointestinal, dermatológica o respiratoria. Serán niños alérgicos. Aunque la alergia es una patología conocida desde hace bastante tiempo, continuamente se acentúa el interés por poseer un mejor conocimiento de los factores etiopatogénicos implicados en ella en un intento de realizar un mejor tratamiento y sobre todo de prevenir su aparición. Prevención primaria de la alergia a alimentos Dado el pequeño abanico de medidas que existen para el tratamiento de la alergia a alimentos, prácticamente limitadas a evitar el alimento o alimentos responsables de las manifestaciones alérgicas, la atención se ha centrado, de manera preferente, sobre la prevención de estas enfermedades. En cierto modo las medidas de prevención de la alergia a alimentos serán similares a las que se realizan para prevenir otras enfermedades alérgicas. La mayoría de los protocolos de prevención de las enfermedades alérgicas, de manera equivocada o no, están dirigidos exclusivamente a aquellos niños con alto riesgo de atopia (entendida como niveles elevados de IgE total o respuesta IgE-específica a uno o varios alergenos), siendo pues necesario conocer, los factores que intervienen en la expresión de las enfermedades alérgicas, detectar lo antes posible los niños con mayor predisposición a padecer una enfermedad alérgica y establecer en ellos precozmente las medidas de prevención. Factores que intervienen en la expresión de la alergia a alimentos La alergia a alimentos, como el resto de las enfermedades alérgicas, tiene un origen multifactorial que incluye factores genéticos, perinatales, endocrinológicos, inmunológicos y factores ambientales específicos e inespecíficos. Las enfermedades alérgicas presentan una predisposición genética acusada. La incidencia de niños alérgicos está significativamente elevada en el caso de padres atópicos. No obstante se trata de una patología, desde el punto de vista genético, multifactorial y heterogénea, con un grado de penetración y muy variable lo que hace difícil su análisis. Estudios familiares no han podido demostrar qué variables genéticas son predominantes en la determinación de las respuestas alergeno específica, observando, sin embargo claras indicaciones sobre efectos ambientales. El desarrollo del feto está determinado en principio por favorecen la síntesis de anticuerpos IgE en el niño. En tales circunstancias, la exposición antigénica a la que se vea sometido el niño en los primeros meses del embarazo, podrá determinar la aparición posterior de enfermedades alérgicas. La exposición ambiental, específica o inespecífica, es un componente esencial de la respuesta alérgica en general y en la alergia a alimentos en particular. El paso de alergenos alimentarios a través de la membrana placentaria se observa desde muy temprana edad de gestación, siendo teóricamente posible la sensibilización intraútero del niño. Se ha observado la capacidad del feto para sintetizar anticuerpos IgE desde la semana 22 de gestación, sin que al nacimiento se hayan encontrado anticuerpos IgE específicos frente a alimentos. El único factor que parece influir en unos niveles más elevados de IgE al nacimiento es el tabaco. Los niños hijos de madres fumadoras presentan, en sangre de cordón y al nacimiento, unos niveles de IgE total superiores a los hijos de madres no fumadoras. Se ha observado el paso de niveles apreciables de antígenos alimentarios a través de la leche materna, por lo que la lactancia materna no excluye la posibilidad de sensibilización a ciertos alergenos alimentarios. La exposición a alergenos inhalados influye tanto en la sensibilización como en la aparición de la sintomatología alérgica. Si bien la sensibilización más frecuente en alergia a alimentos es por vía digestiva tras su ingestión, existe la posibilidad de sensibilización y manifestaciones clínicas cuando el antígeno alimentario contacta por vía inhalatoria. La capacidad de sensibilización de estos antígenos está influenciada por múltiples variables: momento de contacto, cantidad, tipo de aeroalergeno, etc. Parece existir cierta relación entre el número de hermanos y la incidencia de enfermedades alérgicas. Según un estudio reciente la prevalencia de atopia fue de un 25% en sujetos que carecen de hermanos, comparado con el 9% entre aquellos que tienen 5 o más hermanos. La explicación vendría dada porque aquellos niños de familias numerosas sufrirían más infecciones en épocas tempranas. Identificación del niño con alto riesgo de atopia La elevada prevalencia y morbilidad de las enfermedades alérgicas, junto a su carácter genético, ha despertado el interés por hallar un test efectivo, práctico y rentable, que permita identificar aquellos niños recién nacidos con riesgo de desarrollar una atopia. Han sido valorados diversos aspectos genéticos y marcadores inmunológicos con este fin. La historia familiar de atopia demuestra que los factores genéticos están implicados en la aparición de las enfermedades alérgicas y sirve como medio de aproximación para intuir el riesgo de atopia en la práctica clínica; pero su baja eficiencia hace que sea preciso buscar otro test más sensible. El riesgo de que el niño sea alérgico, en el caso de ser uno de los padres alérgico, es de un 25 a 40%, mientras que si ambos padres son alérgicos el riesgo de que el niño sea atópico se eleva al 50-70. En los niños sin de antecedentes familiares de alergia el riesgo es tan sólo del 5-15%. Como es de esperar la incidencia de asma, rinitis o eczema es superior entre hermanos homozigotos, pero la concordancia es de un 15 a un 21%. A pesar de ello, como se ha demostrado en otros estudios, los factores genéticos no son los únicos responsables. En el futuro es de prever que los marcadores genéticos no solamente permitan reconocer precozmente el niño con riesgo atópico sino también facilitar su tratamiento. Múltiples son los métodos que analizan marcadores inmunológicos y no inmunológicos y que han sido propuestos como útiles para el diagnóstico precoz de la atopia, pero ninguno por sí solo alcanza el grado de eficiencia necesario que permita su adopción general. La sensibilización precoz a ciertos alimentos implica un riesgo considerable de sensibilización posterior a otros alergenos. En este sentido se ha observado que niños lactantes con pruebas positivas para huevo presentaron posteriormente niveles significativamente más elevados de IgE total, pruebas positivas para otros alergenos, y con mayor frecuencia rinitis. Un estudio realizado sobre sensibilidad mixta a pólenes y alimentos, el 20% de los niños alérgicos a pólenes son sensibles a alimentos, pero el 80% de los niños alérgicos a alimentos se sensibilizan a pólenes lo que posiblemente traduzca no sólo relación de antigenicidad cruzada entre ciertos pólenes y alimentos, sino una clara dependencia, de tal modo que la mayoría de los niños inicialmente sensibles a alimentos posteriormente se hacen alérgicos a inhalantes. Ante la falta de un test único, válido para el diagnóstico precoz de las enfermedades atópicas, un programa de prevención de la alergia debería contener un protocolo de revisiones periódicas y prospectivas de los lactantes y niños desde el punto de vista de los antecedentes familiares y de la expresión clínica e inmunológica de la sensibilidad atópica de la enfermedad. En tal sentido los Pediatras de Atención Primaria, en las revisiones periódicas de los recién nacidos y lactantes, deberían identificar a los niños de alto riesgo atópico mediante: 1) Historia familiar de atopia. 2) Niveles elevados de IgE total. 3) Evidencia de anticuerpos IgE específicos frente alimentos y 4). Valoración precoz de la expresión de la enfermedad atópica. Medidas preventivas Grule y Sanforo demostraron hace 60 años que el eczema del lactante es siete veces menos frecuente en los niños alimentados con leche materna que en aquellos a los que se le administró leche de vaca diluida. Estos resultados no han sido corroborados por ninguno de los estudios realizados posteriormente. El futuro de la prevención de la alergia a alimentos, como el resto de las enfermedades atópicas pasa, sin duda, por el logro de avances científicos que permitan identificar las bases genéticas e inmunológicas de la atopia. Las manipulaciones genéticas e inmunológicas en niños con alto riesgo de atopia son, en la prevención de las enfermedades alérgicas, una aventura posible y prometedora. Ciertos factores fundamentales de riesgo de atopia como la herencia, sexo, raza no son hoy por hoy modificables. Otros, como el mes de nacimiento, estado social, residencia urbana/rural son relativamente modificables. Factores de riesgo atópico que pueden ser modificados incluyen entre otros los siguientes: 1) Alimentación de la madre y del niño; 2) reducción del tabaco, 3) Reducción de la contaminación, 4) Reducción los niveles de alergenos domésticos y 5) Control de la infecciones.
  1. Alimentación del niño
    • Exposición temprana a alergenos alimentarios. Dietas restringidas de ciertos alimentos en la madre durante el tercer trimestre de gestación no modifica la aparición de enfermedades alérgicas en niños de alto riesgo de atopia. Es posible que la restricción de ciertos alimentos, presuntamente sensibilizantes, a la madre en el tercer trimestre del embazo sea muy tardía al haberse demostrado la capacidad temprana del feto de sensibilización intraútero, pero dietas muy restrictivas a la madre a lo largo de todo el embarazo podrían resultar perjudiciales al inducir ciertas carencias nutricionales.
    • Alimentación con leche materna. Parece que la lactancia materna, durante la que las madres son sometidas a dieta exenta de alimentos altamente sensibilizantes (leche, huevo, pescados, frutos secos, soja), parece reducir la aparición del eczema al menos en el 1º y 2º año de vida.
    • Alimentación con fórmulas especiales. El uso de fórmulas de proteínas de leche altamente hidrolizadas puede ser beneficioso por lo que respecta a la prevención de la alergia a alimentos. Pero antes de administrar unas u otras fórmulas parece necesario el estudio previo de la situación del niño evitando una fórmula láctea a la que pudiera estar sensibilizado.
    • Alimentación complementaria. La introducción temprana de alimentos sólidos en la alimentación del niño, parece condicionar la aparición de enfermedades atópicas por lo que habitualmente se tiende a retrasar la introducción de determinados alimentos.
  2. Exposición ambiental Con frecuencia se ha llamado la atención sobre la influencia de la “contaminación urbana” en la mayor incidencia de asma y enfermedades alérgicas por inhalantes. Concretamente se ha demostrado que la inhalación de derivados del fuel-oil favorece la sensibilización a inhalantes.
Medidas adicionales en la prevención de la alergia a alimentos 
  1. Utilización de probióticos La microflora gastrointestinal es un constituyente importante como barrera de defensa en la mucosa gastrointestinal. Procesos inflamatorios pueden alterar la integridad de la barrera gástrica, aumentar la permeabilidad intestinal y favorecer el paso de antígenos alimentarios. Los probióticos representan un suplemento nutricional que incrementa positivamente el balance de la flora bacteriana e intervienen modulando la respuesta inmunológica a nivel intestinal, interviniendo favorablemente en la adquisición de la tolerancia.
  2. Conocimiento de antígenos alimentarios enmascarados En la actualidad parece imprescindible para el mantenimiento de la industria alimentaria la necesidad de añadir a los alimentos determinados aditivos, conservantes o con funciones estabilizadoras o de enriquecimiento. Entre ellos se encuentran a veces alimentos a los que el niño puede ser altamente sensible y por tanto correr el riesgo de padecer un cuadro anafiláctico tras la ingestión, por desconocimiento, de un alimento que pueda contener el alergeno al que es sensible. Es importante pues que el alérgico a alimentos haga una lectura cuidadosa y repetida de las etiquetas del alimento. Los alérgicos a alimentos deben aprender a reconocer los distintos nombres que indican la presencia de un alimento ante el cual son sensibles, por ejemplo los productos pueden enumerar caserna, caseinato o cuajo más que leche como ingrediente. El etiquetado impreciso tal como “saborizantes naturales” o “hidrolizado de proteínas” debe interpretarse cuidadosamente. Como los ingredientes en un determinado producto pueden cambiar en cualquier momento, las etiquetas deben leerse cada vez que el producto se compra.
BIBLIOGRAFÍA
  • Alonso Lebrero, E.1; Fernández Moya, L.2; Sornoza Álvarez, M.L.3 (2001): “Alergia a alimentos en niños: Alergia a leche y huevos en niños”. 1Hospital Infantil Gregorio Marañón. Madrid 2Hospital Infanta Cristina. Badajoz. Rotante Hospital Niño Jesús. Madrid. 3Hospital 12 de Octubre. Madrid. Rotante Hospital Gregorio Marañon. Madrid. Alergol Inmunol Clin 2001;16 (Extraordinario Número 2): 96-115.
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  • Sarah Aller. ABC (Lunes 31/5/2004): “Las alergias a los alimentos se han disparado”. María Isabel Martínez Molero. Presidenta de la Sociedad de alergología e Inmunología clínica. Sección: Madrid. Página 41.