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Avances científicos en la nutrición de las personas mayores

INTRODUCCIÓN Distintos autores señalan el inicio de la tercera edad entre los 60 y 80 años. Por razones sociales, el momento de la jubilación –en torno a los 64 años- suele ser considerado como punto de referencia. Según una encuesta reciente existen en nuestro país más de 4.500.000 de personas mayores de 65 años, lo que representa aproximadamente el 12% de la población española. En Europa, la Acción Concertada de la UE sobre Nutrición y Salud organizó en 1988 un estudio para tratar de conocer la relación de diversas culturas alimentarias europeas y su contexto social, con la salud y la capacidad física de las personas de edad. La razón de este estudio se basó en la diversidad de las dietas y estilos de vida de los distintos estados de la UE y, también, en las diferencias en sus expectativas de vida y modelos de morbi-mortalidad. El estudio recibió el nombre de SÉNECA (Survey in Europe on Nutrition and the Elderly: a Concerted Action). Los resultados del estudio muestran que en nueve de las ciudades estudiadas la prevalencia de obesidad (IMC > 30) fue muy alta, 30% en hombres y mujeres. En Polonia, Grecia, Italia y España estaba entre el 40 y el 50%. Sin embargo, no aparecieron en la muestra española valores de IMC < 20, lo cual reflejaría bajas reservas corporales y posible malnutrición. Las características generales de la dieta española del SÉNECA respondieron a lo que se viene llamando “dieta mediterránea”: alto consumo de frutas, verduras y pescados, cereales, vino y utilización de aceite de oliva principalmente. 1.- El proceso de envejecimiento Los cambios biológicos, conocidos hasta ahora, asociados al envejecimiento, pueden clasificarse en dos tipos: los que tienen lugar como resultado del proceso biológico de envejecimiento y que podemos considerar “primarios”, y otros que se asocian y parecen deberse a factores ambientales y de estilo de vida, entre los que se incluye la dieta y a los que podríamos denominar “secundarios”. 2.- Nutrición y longevidad La nutrición puede interactuar con el proceso de envejecimiento de varias formas:
  • La mayoría de las funciones corporales declinan progresivamente a lo largo de la vida adulta. La nutrición y otros aspectos del estilo de vida pueden contribuir a empeorar o preservar esta pérdida de tejidos y funciones.
  • La frecuencia de enfermedades crónicas degenerativas se incrementa con la edad. Existe clara evidencia de que factores dietéticos están implicados en la etiología de estas enfermedades y que a su vez, una adecuada intervención nutricional puede tener un papel beneficioso en su prevención y tratamiento.
  • La mayoría de las personas comen menos a medida que su edad avanza y, en consecuencia, las ingestas de nutrientes pueden resultar más bajas que las recomendadas.
Muchos son los factores que afectan a la ingesta, absorción y metabolismo de los alimentos alterando el contenido de energía y nutrientes de la dieta, y por tanto, el estado nutricional de las personas de edad avanzada. 2.1.- Actividad física La disminución de la actividad física es uno de los factores que más afecta al estado nutricional de las personas de edad. Una menor actividad puede llevar a la disminución de la ingesta de energía, y si ésta es muy acusada, puede hacer imposible vehiculizar la cantidad necesaria de nutrientes, a no ser con dietas formuladas especialmente para ello. En otro sentido, el ejercicio físico realizado regularmente puede retrasar la aparición de los síntomas que acompañan a algunas enfermedades degenerativas, manteniendo la capacidad funcional, paliando los cambios en la composición corporal y, de esta manera, contribuyendo a la autonomía del individuo. 2.2.- Cambios en la composición corporal El paso del tiempo da lugar a una progresiva disminución de agua y de la masa celular activa o tejido muscular y un incremento de la grasa, así como a cambios en su distribución. A estos cambios, en parte fisiológicos, no es ajena, como hemos dicho, la disminución de la actividad física. También el tejido óseo sufre pérdidas sustanciales. 2.3.- Hospitalización La hospitalización es un riesgo de malnutrición especialmente para los muy mayores. Para algunos va seguida de una disminución de la funcionalidad, con frecuencia irreversible. La hospitalización y la cama imponen factores como inmovilización, reducción del volumen de plasma, pérdida ósea acelerada y falta de estímulos sensoriales. 2.4.- Institucionalización Las personas que viven en instituciones están en régimen de internado y realizan en ellas todas sus comidas, y que sepamos, no se suele seguir en nuestro país un criterio dietético especial para este grupo de edad, excepto el que se aplique a una patología dada. La consecuencia puede ser que, conjuntamente, los individuos de una institución hagan comidas inadecuadas por su composición, monótonas y, lo que es peor, preparadas con gran anticipación antes del momento de ser consumidas, con la pérdida consiguiente de algunos nutrientes. 2.5.- Masticación Cuanto más vive la gente mayor es la posibilidad de perder piezas dentales y menor la de reemplazarlas con prótesis de forma satisfactoria. Estas pérdidas son debidas, generalmente, a enfermedades periodontales, cuya causa, a su vez, puede ser la baja relación calcio-fósforo y las bajas ingestas de vitamina D, asociadas con osteoporosis. La incapacidad para una masticación adecuada conduce a muchas modificaciones de los modelos dietéticos. 2.6.- Disminución de los sentidos del gusto y olfato Con la edad tiene lugar una progresiva pérdida de papilas gustativas y con la modificación del sentido del gusto disminuye el placer de comer y se pierde el interés por los alimentos. 2.7.- Interacciones nutrientes-fármacos Los fármacos pueden afectar al estado nutricional directa o indirectamente, alterando la absorción, metabolismo y excreción de nutrientes o induciendo el apetito, el sentido del gusto, etc. La gravedad de la interacción dependerá de factores como son el estado nutricional en el momento en que se produzca la interacción, el tipo de medicamento, a la dosis, la duración del tratamiento y, muy importante, el frecuente consumo de uno o varios fármacos simultánea y crónicamente. A ello hay que añadir la tendencia a comer menos, y, por tanto, a no ingerir las cantidades suficientes. 2.8.- Factores socioeconómicos. Aislamiento y soledad De entre los muchos factores socioeconómicos que pueden modificar la dieta y, por tanto, el estado de salud, cabe destacar el abandono de la actividad laboral, el bajo poder adquisitivo, las pensiones percibidas, la falta de conocimientos mínimos sobre las normas básicas para una alimentación sana, hábitos alimentarios muy rígidos, incapacidad para adaptarse a nuevos alimentos y estrategias de mercado o simplemente, la pobreza. Las personas que viven solas, especialmente los hombres, tienen mayor riesgo de padecer malnutriciones. El aislamiento y la soledad conducen al consumo de comidas fáciles o ya preparadas por falta de motivación en las mujeres o de habilidad culinaria en los hombres y, al mismo tiempo, el número de comidas omitidas va siendo mayor. Las deficiencias nutricionales agudas pueden ser la consecuencia de vivir solo y enfermar. 2.9.- Factores psíquicos Los pacientes con demencia senil sufren confusión y falta de memoria inmediata y, por tanto, las ingestas nutricionales pueden tener riesgos si los nutrientes específicos tienen, como parece probable, influencia sobre la función mental: una mala nutrición haría peor la enfermedad. Un estado anímico deprimido afecta de dos maneras: dando lugar a un hiperconsumo de alimento que es, con frecuencia, la forma de compensar una pobreza emocional y aburrimiento y que puede inducir obesidad. Otras veces la depresión conlleva anorexia y rechazo de los alimentos y/o excesivo consumo de alcohol. Los principales indicadores de un mal estado nutricional en las personas de edad avanzada son pérdida significativa de peso, bajo o alto peso en relación con la talla, reducción de la circunferencia del brazo, incremento o disminución de los pliegues cutáneos, obesidad, reducción de los niveles de albúmina sérica, cambios significativos en el estado funcional, ingesta inapropiada de alimentos, niveles inadecuados de vitaminas, minerales o lípidos en sangre y otras alteraciones relacionadas con la nutrición. 3.- Necesidades nutritivas en la tercera edad El desconocimiento de la naturaleza íntima de los procesos de envejecimiento es una de las dificultades para establecer las necesidades nutritivas del anciano. Sin embargo, las alteraciones celulares, en número y función, influyen necesariamente en las recomendaciones energéticas y de nutrientes de este colectivo y las hacen ligeramente diferentes del adulto joven. 3.1.- Ingestas recomendadas en la tercera edad (IR y RDA) Una dieta adecuada es aquella que contiene todos los nutrientes en cantidad y proporción adecuada para cubrir las necesidades orgánicas y mantener los procesos vitales. No existe una dieta ideal para todos los segmentos de población, sino que depende de las características de cada individuo y de su situación fisiopatológica. Por otra parte diferentes regímenes dietéticos pueden considerarse apropiados si cubren las necesidades nutritivas de las personas que los siguen. Diversos organismos nacionales e internacionales han elaborado diferentes patrones dietéticos de referencia y recomendaciones de energía y nutrientes (IR o RDA) con las estimaciones de las necesidades y requerimientos considerados seguros para distintas poblaciones y colectivos. Las tablas de ingestas recomendadas (IR o RDA) han sido definidas como “los niveles de nutrientes considerados seguros para cubrir las necesidades de nutrientes de una persona sana”. Estos patrones de referencia han sido objeto de diferentes críticas por estar basados en interpretaciones no firmes de conocimientos científicos, ser incompletos y no considerar componentes genéticos y ambientales. Otras limitaciones, con particular incidencia en las personas de la Tercera Edad, se fundamentan en el hecho de que han sido elaboradas para adultos sanos sin prestar especial atención a las variaciones propias del anciano. 3.2.- Energía Las necesidades calóricas varían con la edad, sexo, complexión, actividad, etc. En general, existe una disminución de las necesidades energéticas del anciano. Esta situación se explica fundamentalmente por la menor actividad desplegada por las personas de edad avanzada. 3.3.- Proteínas La masa corporal proteica disminuye de forma progresiva a partir de los 20-30 años. El aporte de proteínas en el anciano está sujeto a cierta controversia, ya que existen diferentes estudios con resultados discordantes respecto a las necesidades nitrogenadas. También se ha sugerido que las necesidades de distintos aminoácidos pueden estar alteradas en el anciano, como por ejemplo la metionina, el triptófano, la treonina y la lisina. En cualquier caso, está indicada la ingestión de proteínas de alto valor biológico y de fácil digestión. El exceso de proteínas de la dieta puede producir una sobrecarga a la función renal. 3.4.- Hidratos de carbono Los hidratos de carbono de la dieta son empleados fundamentalmente para la obtención de energía por combustión. No han sido delimitadas las necesidades mínimas de hidratos de carbono en el anciano y el control de su ingestión se basa en la detección de procesos de intolerancia a la glucosa y lactosa y en posibles situaciones de obesidad. 3.5.- Lípidos La grasa de los alimentos, además de como material combustible, interviene en la dinámica del organismo como componente estructural de las membranas, como vehículo de vitaminas liposolubles y como suministro de ácidos grasos esenciales, en particular de ácido linoleico. También se recomienda la restricción de colesterol de la dieta por debajo de 300 mg/día, aunque diversos estudios atribuyen mayor importancia al colesterol de origen hepático, que al presente en los alimentos. Recientemente se han citado a los pescados azules, poseedores de algunos tipos de ácidos grasos poliinsaturados, como agentes que ayudan a combatir situaciones de hiperlipidemia y trombosis a través de la formación de ciertos tromboxanos. 3.6.- Minerales La edición actual de las recomendaciones dietéticas en ancianos presenta valores de ingestas aconsejables para calcio, fósforo, magnesio, hierro, zinc y yodo. También sugiere niveles considerados adecuados para el cromo, cobre, flúor, manganeso, molibdeno y selenio. De todos ellos, el calcio y el hierro son objeto de mayor preocupación para el sanitario, dado que no son infrecuentes las deficiencias de estos minerales en el anciano. Así, niveles inadecuados de calcio en la dieta previa originan situaciones de osteoporosis y osteomalacia, preferentemente en mujeres a partir de la menopausia mientras que la baja ingestión de hierro puede producir procesos anémicos ocasionalmente. También el zinc y el yodo pueden encontrarse en niveles por debajo de las recomendaciones. 3.7.- Vitaminas Los datos recopilados por diferentes investigadores indican que, en la edad avanzada, las vitaminas con mayor riesgo de deficiencia son las siguientes: A, B1, B2, B6, niacina, ácido fólico, C, D y E. Por otra parte, algunos estudios señalan que la suplementación con vitaminas en la tercera edad puede mejorar el estado de salud del anciano. Sin embargo, se requieren estudios más exhaustivos para establecer con mayor exactitud las necesidades de vitaminas en el anciano, algunas de las cuales son función de la ingesta calórica. 3.8.- Fibra La fibra dietética -o componentes no digestibles del alimento- no es un nutriente en sentido estricto. No obstante, juega un papel importante en la utilización de los alimentos, ya que estimula la funcionalidad gastrointestinal y puede interferir en la absorción de otros nutrientes como minerales y vitaminas. 3.9.- Fluidos El agua es un componente primordial de las células y también de los líquidos orgánicos. La ingestión de fluidos, en forma líquida o como constituyentes de los alimentos, es necesaria para el normal funcionamiento del organismo. 4.- Pautas dietéticas de interés
  • Realizar actividad física acorde con las posibilidades
  • Prevenir o reducir la obesidad.
  • Usar variedad de alimentos bajos en energía con alta densidad de nutrientes a partir de todos los grupos.
  • Dar un papel prioritario a los platos tradicionales en los que las leguminosas y vegetales sean la base, los pescados el condimento y en menor lugar, las carnes y embutidos.
  • Consumidor alimentos protectores.
  • Una dieta con una variedad alta de frutas y verdura es altamente beneficiosa.
  • Consumir aceites vegetales, especialmente aceite de oliva para cocinar y aderezar.
  • Consumir pescado
  • Beber agua a intervalos regulares aunque no se tenga sed.
  • Moderar el consumo de azúcar.
  • No usar mucha sal
  • Limitar el consumo de alcohol
  • Aumentar el consumo de fibra
  • Mantener una ingesta adecuada de vitamina D y calcio.
  • Elegir alimentos de fácil masticación, si es necesario.
  • Evitar el tabaco mejora la salud a cualquier edad.
5.- CONCLUSIÓN Con el incremento de la expectativa de vida, el deseo de mantener una buena salud, funcionalidad y una máxima calidad de vida en edades avanzadas, ha anulado al simple deseo de vivir más tiempo. Aunque los factores genéticos intrínsecos son un determinante de esta expectativa de vida, hay una serie de factores extrínsecos directamente implicados. La dieta y la nutrición, como factores contribuyentes más importantes a lo largo del ciclo vital completo, tienen mucho que ofrecer en este sentido, particularmente en la prevención o tratamiento paliativo de numerosas enfermedades que afectan a mayores. Por otro lado, se puede decir que mientras que en los países pobres son los niños los que constituyen el principal grupo de riesgo de desnutriciones, en los desarrollados son las personas de edad las más afectadas por la malnutrición, ya sea por defecto (déficit de energía de ciertos componentes) o por exceso (la obesidad, causada por la hiperalimentación, afecta a un alto porcentaje). BIBLIOGRAFÍA
  • Ibáñez Santos, Javier; Aramendi Aramendi; José F. (2001). “Guías dietéticas en la vejez”. Guías alimentarias para la Población Española. Páginas: 379-389. SENC. Edición por Procter & Gamble y Novartis Farmacéutica S.A. Madrid. España.
  • Alfredo Martínez, J. (1998): “Fundamentos teóricos-prácticos de nutrición y dietética”. Ediciones Interamericana – McGraw-Hill. Capítulo 6. Nutrición humana: nutrición en el anciano. Páginas 72-79. Navarra. España.