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Antioxidantes para reducir el riesgo de padecer alzheimer

INTRODUCCIÓN A partir de datos epidemiológicos, en los últimos años se viene resaltando el interés de una dieta rica en verduras, frutas y cereales integrales. En este sentido, se ha prestado especial atención al papel desempeñado por las sustancias antioxidantes naturales, de origen vegetal, en la prevención del cáncer y de otras enfermedades crónicas, como es el caso del alzheimer. El alzheimer produce un deterioro progresivo de las funciones intelectuales superiores. Por lo general, comienza a partir de los 50 años de edad y tiene similar incidencia en hombres y mujeres. Afecta a más de 10 millones de personas en todo el mundo y causa deterioro de la memoria, de la conducta y del pensamiento, produciendo una disminución definitiva del funcionamiento y la pérdida de independencia por parte del paciente. El diagnóstico prematuro y el tratamiento puede retrasar el deterioro de la capacidad de los pacientes para realizar las actividades de la vida diaria, disminuir los trastornos de la conducta y mejorar el funcionamiento cognitivo. Muchos de los efectos beneficiosos para la salud de los alimentos de origen vegetal, radica en su contenido en sustancias, que en el organismo desempeñan funciones antioxidantes, algunas de ellas son las vitaminas y destacamos el ácido ascórbico (vitamina C) y el α-tocoferol (vitamina E). Los antioxidantes son sustancias que impiden o retardan la oxidación. La vitamina C desempeña varias funciones metabólicas, por ejemplo, en la síntesis de colágeno y en la producción de hormonas y son fuentes de ácido ascórbico: calabazas, cítricos, coles de Bruselas, fresas, kiwis, patatas nuevas, pasas, pimientos verdes y verduras. La vitamina E (liposoluble) se encuentra en las membranas y en las lipoproteínas. y se encuentran en: batatas, brócoles, coles rizadas, espárragos, espinacas, legumbres, salvado de arroz y tomates. Las funciones saludables de estos compuestos están relacionadas con su propiedad fisiológica de contrarrestar los agentes oxidantes biológicos y evitar las posibles alteraciones oxidativas de compuestos, que son esenciales para el funcionamiento normal del organismo humano. El peligro más importante que de modo continuo acecha a una célula proviene de las moléculas oxidantes, entre las que destacan los radicales libres generados por diversos factores intrínsecos, como las actividades de algunas enzimas (oxidasas, deshidrogenasas y peroxidasas) o la autooxidación de los lípidos; y por fuentes externas, tales como los disolventes orgánicos, el humo del tabaco, los pesticidas, algunos poluantes (ozono), radiaciones, etc. Como resultante de todo ello aparecen radicales de varia naturaleza (alcoil, hidroxi, hipoclorito, oxígeno singlete, peroxi, superóxido y peróxido de hidrógeno). En la estructura de átomos y moléculas, los electrones suelen asociarse en pares y cada par se mueve en el interior de una región definida del espacio que rodea al núcleo. Este espacio se conoce como orbital atómico o molecular. Un radical libre es toda especie capaz de existencia independiente (de ahí el nombre de “libre”) que contiene uno o más electrones no emparejados, esto es, un electrón impar en una órbita. Los radicales libres suelen ser extraordinariamente dañinos para los sistemas biológicos y, desde luego, significan un peligro para una gran variedad de moléculas: ácidos nucleicos, enzimas que contienen iones metálicos de transición, proteínas que incluyen grupos SH, lípidos de membranas, etc. Para mantener su estado reducido y protegerse del daño oxidativo, las células suelen disponer de moléculas antioxidantes naturales, como el ácido ascórbico, los carotenos, el glutatión, los tocoferoles y algunas enzimas (superóxido dismutasa, catalasas, y glutatión peroxidasa). En los tejidos sanos, las sustancias antioxidantes pueden cumplir dos funciones importantes: neutralizar las moléculas oxidativas y pasar a su forma reducida a otras moléculas celulares que de modo no deseable se hayan podido oxidar. Diversos estudios demuestran que personas que tomaron vitaminas C y E eran menos propensas a desarrollar demencias u otros problemas de memoria relacionados con la enfermedad del alzheimer. En un estudio reciente (Zandi PP et al., 2004) publicado en “Archives of Neurology” y dirigido por Peter Zandi, se ha realizado un seguimiento de 4.740 personas mayores de 65 años entre 1996-1997 y 1998-2000. En esos periodos de tiempo identificaron 200 y 104 casos de alzheimer, respectivamente. En este nuevo estudio se ha constatado una drástica disminución de la prevalencia de esta demencia senil en el grupo de voluntarios que estuvo ingiriendo la combinación de estos suplementos antioxidantes. Concretamente señalan que la prevalencia de la enfermedad disminuyó un 78 por ciento y la incidencia un 64 por ciento. Por el contrario, este beneficio no se constató en el grupo que solamente había tomado vitamina E o C. La conclusión de este primer estudio fue que la combinación de altas dosis de vitaminas C y E es importante para prevenir la aparición de la enfermedad de alzheimer. Esta investigación viene a reforzar los resultados de estudios anteriores (Engelhart MJ et al., 2002), como el realizado por científicos pertenecientes al Erasmus Medical Center de Rotterdam (Holanda), que incluyó 5.395 varones y mujeres mayores de 55 años, sin demencia y no hospitalizados. Tras un período de seguimiento medio de seis años, 197 desarrollaron demencia, de los cuales a 146 se les diagnosticó alzheimer. Este segundo estudio reveló que un consumo dietético elevado de vitamina C y E se asociaba a un riesgo menor de desarrollar alzheimer y que esta correlación fue más acusada en los fumadores activos. Un último estudio (Morris MC et. al, 2002) publicado también en el JAMA y llevado a cabo por investigadores del Ruxh Institute for Healthy Aging de Chicago, Estados Unidos, examinó la dieta y el riesgo de alzheimer en un grupo de 815 varones y mujeres mayores de 65 años. A los 3,9 años habían sido diagnosticados 131 participantes con alzheimer. Las conclusiones de este tercer estudio, dirigido por la doctora Martha Clare Morris, sugerían que la vitamina E procedente de los alimentos, pero sin combinar con otros antioxidantes, podría relacionarse con la reducción del riesgo de padecer alzheimer. A diferencia de las conclusiones realizadas en el primer estudio, en este último, no recomendaban incorporar suplementos vitamínicos en la dieta. BIBLIOGRAFÍA
  • Zandi PP; Anthony JC; Khachaturian AS; Stones SV; Gustafson D; Tschanz JT; Norton MC; Welsh-Bohmer KA y Breitner JC. “Reduced risk of Alzheimer disease in users of antioxidant vitamin supplement: the cache county study”. Archives of Neurology, 2004, enero, 61(1): 82-8. Department of Mental Health, Bloomberg School of Public Health.
  • Morris MC; Evans DA; Bienias JL; Tangney CC; Bennett DA; Aggarwal N; Wilson RS y Scherr PA. “Dietary intake of antioxidant nutrients and the risk of incident Alzheimer disease in a biracial community study”. JAMA, 2002, 26 junio; 287(24): 3230-7. Rush Institute for Healthy Aging, Rush-Presbyterian-St Luke´s Medical Center, 1645 W Jackson, Suite 675, Chicago, IL 60612, USA.
  • Engelhart MJ: Geerlings MI; Ruitenberg A; van Swieten JC; Hofman A; Witteman JC y Breteler MM. “Dietary intake of antioxidants and risk of Alzheimer disease”. JAMA, 2002, 26 junio; 287(24):3261-3. Department of Epidemiology and Biostatistics, Erasmus Medical Center, 3000 DR Rotterdam, The Netherlands.
  • Bello Gutiérrez, José (2000). “Ciencia Bromatológica: principios generales de los alimentos”. Págs.: 242-244. Ediciones Díaz de Santos, S.A. Madrid. España.
  • Hernández Rodríguez, Manuel; Sastre Gallego, Ana (1999). “Tratado de Nutrición”. Páginas: 1347-1348. Ediciones Díaz de Santos, S.A. Madrid. España.
  • Linnea Anderson, Marjorie V. Dibble, Helen S. Mitchell y Henderika J. Rynbergen (1998): “Nutrición Humana: principios y aplicaciones”. Ediciones Bellaterra, S.A. Barcelona. España.