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Actividad Física según edad y ocupación

La conducta sedentaria se relaciona mayoritariamente con las sociedades avanzadas, por la manera de vivir, consumir y trabajar que la gran parte de la población tiene en ellas. Se considera que una persona es sedentaria cuando su gasto semanal en actividad física no supera las 2.000 calorías, pero hay trabajos que evitan el sedentarismo, y otros que lo favorecen. España lleva años situada en el top ten de los países europeos con más sedentarismo entre los adultos. De hecho, según datos del proyecto “EuroHeart II: Dieta, Actividad Física y Prevención de la Enfermedad Cardiovascular en Europa” en el que colaboró la Fundación Española del Corazón, el 42% de los mayores de 18 años declara no realizar ningún tipo de actividad física durante la semana, frente al 6% de Suecia o al 7% de Finlandia. Posteriormente, otro estudio realizado por la Universidad Internacional de Valencia afirmaba que sólo el 36% de la población española con edad comprendida entre los 15 y los 75 años realiza una actividad físico-deportiva de forma regular una o dos veces por semana. Teniendo en cuenta estas cifras y datos, es necesario que tanto las entidades públicas como privadas promuevan la práctica de ejercicio físico y el seguimiento de la dieta mediterránea, pero también los ciudadanos tienen un papel vital para reducir el sedentarismo. En este punto, es importante diferenciar entre la actividad física (cualquier movimiento corporal) y el ejercicio físico (actividad planificada, estructurada y repetitiva que tiene como objetivo mejorar o mantener los componentes de la forma física). También, hay que saber diferenciar entre las necesidades de actividad física según la edad de las personas, teniendo en cuenta su estilo de vida y ocupación. Para los niños y jóvenes de 5 a 17 años, la actividad física suele consistir en juegos, deportes, actividades recreativas y educación física o ejercicios programados. Según la OMS, es recomendable que inviertan como mínimo 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa. A partir de los 15 años, cuando tiene lugar la finalización del periodo del crecimiento muscular, se puede intensificar los entrenamientos tanto en potencia como en resistencia y flexibilidad, e incluso favorecer la especialización en algún deporte. Asimismo, la actividad física puede contribuir al desarrollo social de los jóvenes, dándoles la oportunidad de expresarse y fomentando la autoconfianza, la interacción social y la integración. Entre los deportes idóneos para los niños encontramos: el atletismo, la natación, el baloncesto, el fútbol (no competitivo hasta los 12 años), el judo, el tenis y los deportes acuáticos como surf, kayak de mar o buceo. En el caso de los adultos, de 18 a 65 años, hay que distinguir entre aquellos que sólo realizan actividades recreativas o de ocio, tareas domésticas y desplazamientos; y aquellos que desarrollan además actividades ocupacionales (es decir, trabajo activo). Según la OMS, los adultos deben dedicar como mínimo 150 minutos semanales a la práctica de actividad física aeróbica moderada, o bien 75 minutos de actividad física aeróbica vigorosa cada semana. Para las personas que realizan trabajos de oficina, en los que la mayor parte de la jornada se pasa sentado, lo ideal son los ejercicios y deportes que fortalecen la musculatura de la espalda: yoga, pilates, pesas, etc… al menos dos veces por semana. A partir de los 30-35 años es recomendable no abusar de los deportes de alta intensidad si no se está previamente preparado, y de los deportes de contacto como el fútbol, ya que las lesiones pueden ser frecuentes y con peor recuperación. Por otro lado, para compensar la carga de estrés en el trabajo se recomiendan actividades aeróbicas como el boxeo o la natación. Además, es muy recomendable que durante la jornada laboral procuren hacer pequeños descansos y andar durante unos minutos, así como hacer estiramientos para evitar lesiones y sobrecargas musculares. Para los adultos de 65 años en adelante, la actividad física suele consistir únicamente en actividades de ocio, desplazamientos y tareas domésticas. En este caso, mantenerse activo es esencial para evitar el sobrepeso, la hipertensión, la depresión y el deterioro cognitivo. Fuentes: